El día de la fiesta nacional de Suiza, 1 de agosto, con sus tradicionales barbacoas y fuegos artificiales, resultó ser la peor de las pesadillas para los ciudadanos de la confederación helvética, que se despertaron ayer con unos aranceles del 39% sobre las ventas de sus bienes a EE.UU., los más altos de Europa y un porcentaje que incluso supera el anunciado el “día de la liberación” de abril, que era del 31%.
No hay muchas ganas de hablar en el país de las montañas. En los pasillos de los despachos de la Universidad de Lugano, los académicos confiesan estar en estado de shock. Lo primero en que piensan es que Donald Trump ha querido golpear la poderosa industria farmacéutica de Suiza. En reiteradas ocasiones el mandatario ha reafirmado el concepto de que los medicamentos hay que producirlos en territorio norteamericano. En este sentido, los aranceles tan elevados pueden ser una medida de presión para obligar a las firmas helvéticas a bajar sus precios y reducir así el coste sanitario para las finanzas de EE.UU.

En el centro universitario de Friburgo, en cambio, hay quien opina que la agresividad de la Casa Blanca está motivada más por el hecho de que las entidades helvéticas, tras el colapso de Crédit Suisse, han dejado de comprar títulos del Tesoro estadounidense para reorientarse hacia bonos asiáticos. Un cambio de estrategia que encarece la abultada deuda norteamericana y que despierta malhumores en Washington. La Casa Blanca, por su parte, argumenta su drástica decisión arancelaria con el mantra “de razones de seguridad nacional”.
Donald Trump está obsesionado con que los medicamentos tienen que fabricarse en EE.UU.
Mientras tanto, los iconos del made in Switzerland vivieron ayer en los mercados una jornada todo menos festiva. El sector relojero, que ya lleva meses en horas bajas, profundizó su crisis. Watches of Switzerland Group Plc, distribuidor de Rolex que cotiza en el Reino Unido, perdió en bolsa casi un 7%. Richemont y Swatch también acabaron en números rojos.
La sensación, comentan algunos académicos helvéticos en voz baja, es que el Gobierno de Berna no ha negociado bien. Estaríamos ante una derrota política, además de financiera. “No pudimos llegar a un acuerdo sobre la mejor manera de reducir ese déficit comercial”, dijo Jamieson Greer, Representante Comercial de EE. UU., a Bloomberg. “Ellos envían enormes cantidades de productos farmacéuticos a nuestro país. Queremos fabricarlos en nuestro país”. Roche y Novartis se habían comprometido en los últimos meses a invertir más de 70.000 millones de dólares en Estados Unidos. Al parecer, no fue suficiente.

Los aranceles superan incluso a los anunciados en abril y el sector relojes cae en la bolsa
Con un déficit comercial a favor de Suiza de 43.000 millones de euros, el mercado estadounidense es clave para el pequeño país alpino de 9 millones de habitantes. En 2024, representó el 18,6% de sus exportaciones de mercancías. Se trata principalmente de productos farmacéuticos –que constituyen el 60% de todas las exportaciones suizas hacia el país–, piezas de la industria tecnológica (máquinas, equipamiento eléctrico y metales) que representan el 20%, y relojes (8%).
“Suiza está acostumbrada a las tormentas,” dijo la presidenta Karin Keller-Sutter, que hasta hace pocos días había admitido que todo estaba “en las manos de Trump”. El Ejecutivo asegura que seguirá negociando. Pero la patronal de la industria mecánica Swissmem declaró que “la prosperidad de todos está en peligro”. Los aranceles “amenazan a Suiza con un enorme daño económico”, declaró Interpharma, la asociación de empresas de investigación farmacéutica del país. Centros de estudios económicos creen que se pueden perder hasta tres décimas de PIB. Qué manera de estropear una fiesta.