
Una reunión en la sede de la OTAN sin Estados Unidos. Washington ha enviado un mensaje diáfano a los europeos sobre su posición ante la guerra de Ucrania: con nosotros han de contar más bien poco. Ayer, por primera vez después de 26 reuniones del llamado Grupo de Contacto para la Defensa de Ucrania, este no se reunió en la base aérea de Ramstein, en Alemania, cuartel general de la Fuerza Aérea de EE.UU. en Europa, sino en el rutilante y carísimo edificio de la Alianza Atlántica en Bruselas.. Y sin la presencia del jefe del Pentágono: Pete Hegseth siguió el encuentro a través de videoconferencia para no decir nada, mientras que en las horas previas hacía declaraciones sobre el canal de Panamá, donde no ha trascendido novedad alguna desde su visita esta semana.
Por su parte, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como si no quisiera molestar a nadie con su presencia en la sede de la Alianza Atlántica, también compareció de forma virtual. Y eso que los aliado europeos se mostraron, una vez más, desprendidos con el país en armas: 21 millardos de euros más en asistencia militar.
En ausencia de EE.UU., que suele ocupar el sillón, Reino Unido y Alemania presidieron la reunión de los 30, 40 o 50 países (depende de quien lo diga) participantes del grupo. La cita de ministros de Defensa casi se solapa con la que sostuvieron los mismos titulares europeos horas antes, el jueves, en los mismos salones de la OTAN, y asimismo con la participación de su homólogo ucraniano, Rustem Umérov. En este caso se trataba de la llamada coalición de voluntarios , cuyo propósito teórico es participar en algo así como una fuerza militar de apoyo a Ucrania una vez se sustancie un alto el fuego. En este caso los convocanteseran Francia y Reino Unido, y no hubo conclusiones reseñables, o al menos así lo reconoció la jefa de la diplomacia europea, Kaja Kallas, que siguió reclamando el respaldo de EE.UU para esta misión, así como también lo hicieron los ministros de Países, Bajos, Suecia y Finlandia. Solo hay seis países dispuestos a enviar tropas: Gran Bretaña, Francia y los tres bálticos, Estonia, Letonia y Lituania.
Todo es muy obvio en este sentido: Rusia no quiere ni oír hablar de militares europeos en Ucrania bajo el formato que sea, pues todos serían al fin y al cabo miembros de países de la OTAN; si esta presencia no la defiende Washington no hay nada que hacer, y la Administración Trump, aunque contaría con ello con un punto de apoyo para presionar a Rusia, no está por la labor.
Si todo parece muy confuso es porque, efectivamente, lo es.
Alemania promete ayuda militar a Kyiv hasta el 2029 y encabeza un paquete total de 21 millardos de euros
Lo único más o menos concreto es lo que ayer se puso sobre la mesa en Bruselas. Alemania destinará 11 millardos de euros en ayuda militar a Ucrania hasta el 2029 (lo cual no quiere decir que la guerra tenga que durar hasta entonces). De momento, y además de carros de combate, blindados y munición, Berlín aportará cuatro baterías de misiles antiaéreos Iris, más 30 misiles para el sistema análogo norteamericano Patriot. Se trata de una demanda reiterada de Zelenski, quien sin embargo ya no insiste en pedir –siempre infructuosamente– los misiles alemanes Taurus para atacar al interior de Rusia.
Reino Unido, según su secretario de Defensa, John Healey, enviará conjuntamente con Noruega sistemas de radar, minas anticarro y “cientos de miles de drones”, en un paquete de 400 millones de euros. Países como Lituania, Estonia o Países Bajos también harán aportaciones particulares en distintos aspectos, como la compra de munición para Ucrania.
El ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, se felicitó, al menos públicamente, de que su homólogo estadounidense tuviera la deferencia de aparecer en una pantalla de plasma. En la cita anterior del Grupo de Contacto, en febrero, Pete Hegseth se permitió afirmar que Kyiv tendría que renunciar a recobrar territorios ocupados y a entrar en la OTAN. Eso no se dice abiertamente si se trata de un aliado como supuestamente lo era hasta ahora Ucrania; si existe una negociación en perspectiva, lo que no se puede hacer es partir totalmente a la baja… Aquello resultó incómodo. Tanto como unas declaraciones del enviado de Donald Trump, Steve Witkoff, dando la razón a Rusia en todo y diciendo que, claro, en los territorios invadidos hablan ruso, desconociendo que esa lengua es hablada o al menos conocida en todo el país. Ben Wallace, ex secretario británico de Defensa, llegó a escribir en The Telegraph que “no sabía si reír o llorar” y que después de observar al equipo de Trump durante 50 días, “está claro que no han viajado mucho. No me sorprendería si muchos de ellos no tienen pasaporte”.
Europa carga con la prolongación de la guerra mientras Rusia prepara una ofensiva
Washington parece haber decidido que sean los europeos los que hagan el trabajo de ayudar a Ucrania a llegar a una negociación con una buena o aceptable situación en el campo de batalla, que era la idea declarada desde que animó a Kyiv a no pactar con Moscú y tirar adelante con la guerra en la primavera del 2022. Pero todo ello ahora sin ninguna garantía por parte norteamericana. Es decir, mientras Trump hace sus negocios con Vladímir Putin, serían los europeos los que seguirían prolongando la guerra.
El Kremlin muestra parecido interés. El ejército ruso prepara su ofensiva de primavera, que según la administración presidencial ucraniana se centraría en el sector de Pokrovsk, en el Donbás, pero mientras tanto Rusia presiona en las regiones de Járkiv y Sumy, en el nordeste. Se cree que podría movilizar 125.000 soldados más, y su capacidad de rearmarse no decae. Del supuesto alto el fuego sobre objetivos relacionados con la energía vale más olvidarse.
La guerra sigue en el mismo punto que cuando Trump dijo algo de 24 horas y las condiciones para Ucrania en el frente interno se complican. Ayer dimitió el primer viceministro de Defensa, teniente general Ivan Havryliuk, sin dar explicaciones. La prensa local lo vincula con rumores de corrupción y despidos en el ministerio de Rustem Umérov relacionados con la agencia de compras de material letal establecida según los parámetros de la OTAN. De otro lado, el jefe de las fuerzas armadas, general Olexander Syrsky, ha tenido que salir a dar explicaciones por su actuación durante la fracasada contraofensiva del verano del 2023 y su empecinamiento en reconquistar el enclave de Bajmut, mientras algunas voces cuestionan, de nuevo, su actitud soviética respecto a las condiciones en las que luchan sus soldados.