Torre Pacheco

No hace falta recordar que cada vez hay más trabajos definibles como duros –e imprescindibles– que solo son cubiertos gracias a los inmigrantes”, advertía el editorial de La Vanguardia en su ponderado comentario sobre los acontecimientos en Torre Pacheco. En el complejo debate sobre la inmigración, la existencia de trabajos que, por sus características, solo podrían ser cubiertos gracias a la inmigración constituye uno de los argumentos clásicos para justificarla, y, de paso, para combatir la xenofobia y el racismo. Ésta era la línea de dicho editorial. Ahora bien, debería ser evidente que ese razonamiento, propio de las petromonarquías, no le sienta bien a las democracias liberales.

Es sabido que la inmigración ha hecho entrar en crisis el pensamiento de izquierdas; no está tan claro que también está teniendo el mismo efecto sobre el de las derechas. Un clásico de este es dar cobertura al deseo de los empresarios de ciertos sectores de disponer de mano de obra abundante, dócil y barata. De ahí que los sucesivos gobiernos españoles hayan facilitado una inmigración gracias a la cual se realizan las cosechas agrícolas, se atiende a los turistas y otra vez se podrá construir en serio en Baleares.

Si un trabajo es “duro” para un autóctono, también debería serlo para un inmigrante

Esa derecha “liberal” se enfrenta ahora a una derecha “conservadora” que cuestiona la inmigración en nombre de la cultura y del orden público. En Europa este conflicto se manifiesta en forma de partidos enfrentados; en EE.UU., donde la creación de partidos es prácticamente imposible, los conservadores –liderados por Trump– se han hecho con el control del partido republicano arrinconando a los liberales (en el sentido europeo del término). El PP y Junts, amenazados por Vox y por Aliança, experimentan esa contradicción: alimentan un crecimiento económico de baja productividad que solo se sustenta en más y más inmigrantes, pero observan que sus votantes querrían menos.

TORRE PACHECO (MURCIA) 19/07/2025.- Pegatinas de colectivos contra la inmigración ilegal que apoyaron las concentraciones en repulsa de la agresión al anciano en Torre Pacheco (Murcia) tras una noche tranquila en la localidad que sigue bajo dispositivo especial de seguridad. EFE / Pablo Miranzo

Pablo Miranzo

EFE

Los que no participamos de la vida interna de los partidos y de sus ansiedades, deberíamos ser capaces de ver las cosas con mayor claridad. Sencillamente, si un trabajo es demasiado “duro” para un autóctono, también debería serlo para un inmigrante, y si es imposible que las condiciones laborales sean más atractivas, es que estos trabajos no deberían existir. Así lo veía el ministro de Trabajo de 1963, cuando se introdujo en España el Salario Mínimo Interprofesional (a un nivel que, en relación con el nivel de vida del momento, era bastante más elevado que los actuales 1.184 euros). Cuando un periodista le preguntó cómo lo harían las empresas que no pudieran pagarlo, sentenció que tales empresas no tenían cabida en España. No está de más recordar que aquella España autoritaria proporcionaba un nivel de vida creciente a los españoles del momento, algo que la España democrática de hoy no está haciendo; y que las democracias no mueren por los embates de sus enemigos, sino por las traiciones de sus adalides.

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