
Mientras España miraba esta semana el dedo de José Luis Ábalos (en el teclado de su teléfono móvil), había un eclipse de luna en París. Mientras el salseo se apoderaba de todo el circuito informativo español, el nuevo tratado de amistad entre España y Francia quedaba varado en el Congreso de los Diputados por falta de mayoría parlamentaria. Indiferencia general. Es el signo de los tiempos.
El Tratado de Barcelona, firmado el 19 de enero del 2023 en el Palau Nacional de Montjuïc, se halla en estos momentos en suspenso, después de ser ratificado por la Asamblea Nacional Francesa. Falta la conformidad del Parlamento español. La derecha no quiere y Junts y Podemos se abstienen. Mientras Ábalos, antiguo hombre de confianza de Pedro Sánchez, hoy bajo investigación judicial, admitía haber autorizado la filtración a un diario (de propiedad italiana) de algunas de sus conversaciones con el presidente del Gobierno a través de la aplicación Whatsapp, el Congreso de los Diputados nos decía que en España no hay mayoría para aprobar los presupuestos generales del Estado, no hay mayoría para ratificar un tratado de amistad con el país vecino de mayor envergadura, y tampoco hay mayoría para aprobar una moción de censura que tumbe al Gobierno. El país se halla perfectamente empantanado.
Una de las novedades del nuevo acuerdo de amistad hispano-francés es el intercambio de ministros
¿Por qué ha votado en contra la derecha? Porque se les ha aparecido el fantasma de Godoy. Una de las novedades del nuevo acuerdo de amistad hispano-francés es el intercambio de ministros. Cada tres meses, un ministro español podría participar en una reunión del Gobierno francés, y viceversa. Es algo novedoso, pero no una novedad radical. El nuevo tratado de amistad entre Francia e Italia (Tratado del Quirinal, 2021) contempla esa posibilidad. Anualmente, los gobiernos de Francia y Alemania celebran una solemne reunión conjunta en señal de amistad y cooperación. Son gestos europeístas. La amistad por encima de los antiguos enfrentamientos y diferencias; por encima de las guerras del pasado. Intercambios ministeriales para reforzar la urdimbre europeísta. Buenos modales para hacer más digeribles las diferencias, que siguen existiendo, luego hablaremos de ellas. Un poco de hipocresía, ciertamente. No nos engañemos, las relaciones diplomáticas siempre han sido lubricadas con la hipocresía.
Vox considera que la presencia de ministros franceses en el Consejo de Ministros del Reino de España sería una “intolerable” rebaja de la soberanía nacional. ¡Un gabacho en el Consejo de Ministros! ¡Inaceptable! Sólo les ha faltado invocar a Godoy, a Pepe Botella y a los afrancesados de principios del siglo XIX. También se pronuncian en contra de los mecanismos de cooperación con Francia en materia de defensa y política de inmigración. El Partido Popular no pudo resistir el reclamo de Vox y recurrió ante el Tribunal Constitucional el artículo del tratado que prevé la participación de ministros franceses en las reuniones del Gobierno español. El TC aún no se ha pronunciado. En la votación previa en la Comisión de Exteriores del Congreso, el PP se abstuvo. En el pleno ha votado en contra. Su prioridad era ver al Gobierno en la lona. Otra vez en la lona.
Otra vez en la lona, porque el Gobierno carece de una mayoría parlamentaria compacta. Junts se abstuvo. Carles Puigdemont ha querido pasar cuentas con Pedro Sánchez porque no le gustó que el tratado se firmase en Barcelona con el innegable propósito de trasladar a la opinión pública europea un mensaje de tranquilidad en el escenario catalán. 19 de enero del 2023. Aún no había concluido la anterior legislatura. Hubo aquel día una manifestación independentista de protesta que se convirtió en reflejo del eclipse del procés. Emmanuel Macron contempló el eclipse independentista desde el mirador de Montjuïc.
También se ha abstenido Podemos para apretarle una vez más las clavijas al Gobierno y acabar de sepultar a Sumar, experimento fallido. Podemos cree que puede superar electoralmente a Sumar (algunos de los últimos sondeos publicados ya apuntan en esa dirección) y acentúa su vertiente más radical. Quieren marcar terreno e intentar atraer a esa izquierda desengañada que fácilmente se refugia en la abstención. El espacio de Sumar podría evaporarse. Unos votarían al PSOE como mal menor, y otros a Podemos, como innegable opción de combate. Acentúan por lo tanto el perfil combativo y algunos días hablan como si fueran Sendero Luminoso. Nadie puede competir con ellos en ese registro. Nada que ver con aquel Podemos que en 2019 quería ser, ante todo, fuerza de Gobierno, mientras Pedro Sánchez declaraba que no dormiría tranquilo con Pablo Iglesias sentado en el Consejo de Ministros. La política ha dado muchas vueltas en los últimos seis años y la izquierda, en su conjunto, el sendero pactista y el sendero luminoso, empieza a emitir señales de agotamiento. La alternativa es: “¡Muera Godoy!”, “!Mueran los afrancesados!”. Todos los países están condenados a repetir su historia, en un grado u otro.
Vox considera que la presencia de ministros franceses en el Consejo de Ministros español sería cesión de soberanía, el PP se ha situado también esa estela
Hablábamos antes de hipocresía. Las relaciones hispano-francesas no son un estanque dorado. Hay problemas. Y sobre todo hay poderosas asimetrías. Francia tiene la llave del Pirineo cada vez que España quiere conectarse más intensamente con el espacio físico europeo. La palabra clave es conexión. Conexión eléctrica, por ejemplo. Francia no tiene ninguna prisa para ampliar las conexiones eléctricas con la península Ibérica. En estos momentos se está tendiendo un cable submarino por el golfo de Vizcaya y eso ya les parece más que suficiente. España y Portugal se han convertido en grandes productores de energía renovable y pueden competir perfectamente con la electricidad que generan los 56 reactores nucleares franceses. Francia vende electricidad a Alemania e Italia. España y Portugal también podrían hacerlo en mayor medida, si hubiese más conexiones eléctricas transpirenaicas.
La Union Europea estableció en su día que en el 2030 las conexiones eléctricas transfronterizas deberían ser capaces de transportar el 15% de la capacidad de generación de los respectivos países. En el 2030, España y Portugal solo podrán exportar a Francia el 5% de su capacidad de producción, quizá un poco más, pero en absoluto alcanzaran el objetivo fijado para una plena integración de la red europea de transporte eléctrico. Este es un asunto de alto interés después del apagón general sufrido en la península Ibérica hace veinte días, cuyas causas exactas aún no han sido perfiladas oficialmente, aunque apuntan a un problema de gestión de la red española cuando las energías renovables alcanzan un alto porcentaje de producción. Está en discusión en estos momentos el modelo energético ibérico. Asunto de alto interés para Francia.
Hay serios problemas entre Francia y España, básicamente asimetrías en las conexiones, sobre todo en la electricidad y el ferrocarril
España también quería prolongar el gasoducto Midcat hasta el eje del Ródano para poder conectar con la cuenca industrial del Rin aportando gas natural a la industria alemana, puesto que la península Ibérica tiene una gran capacidad de recepción de gas natural licuado. Con ocho plantas de regasificación en sus costas (siete en España y una en Portugal), la península Ibérica es en estos momentos el mayor hub de recepción de GNL en Europa. Francia dijo que no y ofreció a cambio la posibilidad de construir una conducción submarina entre los puertos de Barcelona y Marsella para el transporte de hidrógeno verde (hidrógeno fabricado con electricidad renovable), proyecto que en estos momentos se halla en fase de estudio técnico.
Más conexiones problemáticas. Trenes de alta velocidad y trenes de mercancías. España ha abierto su red de alta velocidad (4.000 kilómetros, la red más extensa de Europa) a la competencia. Las compañías Ouigo (francesa) e Iryo (italiana) operan en los trayectos más rentables. Ouigo es una filial de la Société Nationale des Chemins de Fer Français (SNFC) e Iryo está participada por Ferrovie dello Stato. Ouigo ha reventado precios a cuenta del erario público francés. Dicho de otra manera, las compañías públicas de ferrocarril de Francia e Italia operan intensamente en la red española de alta velocidad y no puede decirse lo mismo de Renfe en Francia e Italia. Renfe aún no ha podido obtener autorización para efectuar el trayecto Lyon-París con trenes AVE y su presencia en la red ferroviaria italiana es testimonial. En estos momentos, la compañía pública española de ferrocarriles se está planteando abandonar el mercado francés. España quiere conectar los corredores mediterráneo y atlántico (ancho de vía internacional) con la red francesa para potenciar el ferrocarril de mercancías, y Francia no tiene prisa para modernizar sus líneas férreas del sur. Esas líneas, de ancho internacional, no están capacitadas para la alta velocidad y no disponenen de horarios para muchos trenes de mercancías. La prioridad de París en el sur es ahora la conexión por alta velocidad entre Toulouse y Burdeos. Hendaya y Perpiñán pueden esperar. Asimetrías, asimetrías, asimetrías.
Evidentemente, la validación del nuevo tratado de amistad franco-español no iba a resolver de un plumazo esas asimetrías, pero un marco de mayor colaboración y conjunción institucional entre ambos países siempre favorecería el diálogo y la negociación. A un ministro francés sentado en la mesa del Consejo de Ministros en el palacio de la Moncloa siempre se le podría decir muy directamente: “Parece que os estáis pasando con los trenes”.
No podrá ser. Cada vez que una época se complica, los Pirineos ganan altura.
No sabemos cómo serán las relaciones entre España y Francia dentro de tres años. En 2028, Marine Le Pen podría presidir la República Francesa, y un gobierno de coalición PP-Vox dirigir los destinos de España. El Tratado de Barcelona puede que esté herido de muerte. Es el signo de los tiempos.