
Donald Trump aterrizó la noche del viernes en Escocia, en un viaje de negocios familiares camuflado de alta política, con su maleta de contradicciones.
El presidente de Estados Unidos habló del fin de Europa por culpa de dos invasiones, la de la inmigración y la de los molinos de viento. Dos ruinas. Sin embargo, hoy tiene previsto reunirse con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen –“mujer muy respetada”– para allanar el acuerdo arancelario entre EE.UU. y la Unión Europea (UE), su primer socio comercial.“Nos reuniremos en términos de un acuerdo”, sostuvo Trump al valorar ese encuentro.
“Sería el mayor pacto de todos, si lo hacemos”, asegura el presidente de EE.UU.
Así que, a pesar de pronosticar la ruina del futuro de Europa, el líder estadounidense apuesta por un gran pacto con esos países. “En realidad sería el mayor pacto de todos, si lo hacemos”, sostuvo justo antes de emprender ruta hacia su club de golf en Turnberry. Trump insistió al llegar en lo mismo que dijo al salir de Washington. “Diría que tenemos un 50% de posibilidades para alcanzar un acuerdo”, reiteró. “Existen puntos de fricción en tal vez 20 cosas diferentes”, repitió.
El encuentro entre los dos dirigentes es una puerta abierta al optimismo que permita acabar con la incertidumbre instalada desde el pasado 2 de abril, cuando Trump presentó sus mal llamados aranceles recíprocos (siempre son a favor de EE.UU.). El desasosiego se incrementó este julio con la carta que la Casa Blanca envío a Europa – “cada carta es un acuerdo”, según Trump– en la que fijaba unos aranceles del 30% a las exportaciones de productos de la UE con destino a EE.UU., que de no mediar acuerdo entraría en vigor el 1 de agosto.
Fuentes diplomáticas europeas dieron a entender el pasado miércoles que las posturas estaban muy cerca a partir de una tasa arancelaria del 15%. Pero Trump quiere más, no solo imponer unos gravámenes para cerrar su guerra comercial.