La implementación de la segunda fase del acuerdo de alto el fuego en Gaza depende en gran medida de un hombre que cree que “Israel es demasiado pequeño”, que propone “limpiar” la franja y llevar a su población a Egipto y Jordania, y que verbaliza con soltura la amenaza de “desatar un infierno” en Oriente Medio si no se cumplen sus designios. Ese hombre es el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que este martes recibió en la Casa Blanca la primera visita de un líder internacional desde que volvió al poder, la del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu. Entre otros aspectos, el estadounidense aseguró que los palestinos “no tienen alternativa” a dejar Gaza y propuso que sean reasentados permanentemente en otros países, mientras que el mandatario israelí confió en el republicano para el avance del alto el fuego.
El republicano se atribuye el mérito de la tregua alcanzada, tras 15 meses de guerra y cerca de 50.000 víctimas, entre el Estado hebreo y la organización islamista Hamas, fraguada cinco días antes de su toma de posesión después de una larga negociación mediada por Qatar y Egipto con la supervisión de la Administración de Joe Biden. El enviado de Trump a la región, Steve Witkoff, trabajó con el gobierno saliente y dio resultados: se llegó a un acuerdo de paz similar al propuesto por Biden en mayo del año pasado, lo que permitió al líder saliente y al entrante disputarse el reconocimiento.
La primera fase del acuerdo está en marcha y durará hasta el 1 de marzo. Consiste en un completo alto el fuego para permitir la liberación progresiva de parte de los rehenes y encarcelados por ambas partes, el abandono por parte de Israel de las áreas más pobladas, el retorno de los cientos de miles de palestinos desplazados a sus vecindarios y la entrada de ayuda humanitaria. De momento, la pausa en las hostilidades ha permitido la liberación de 18 rehenes por parte de Hamas y de 583 palestinos encarcelados por Israel.
Trump deberá supervisar la segunda fase del plan, cuyo inicio de las negociaciones estaba previsto para este lunes, pero en la víspera Tel Aviv anunció que su delegación no iba a viajar a Doha (Qatar). Allí deben negociar las condiciones para un alto el fuego “permanente”, la retirada completa del ejército israelí y el retorno de más rehenes y reclusos. Sin embargo, un día después de jurar la Constitución, el presidente de EE.UU. dejó claro que no está “confiado” con que el alto el fuego perdure, añadiendo que “esta no es nuestra guerra” y definiendo Gaza como “un enorme sitio de demolición” que “tiene que ser reconstruido de una manera distinta”. El plazo de esta reconstrucción, planteado en cinco años, fue calificado este martes de inviable y “absurdo” por parte de Witkoff, que se reunirá mañana en Florida con el primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abderraman al Thani.
El premier israelí es el primer líder internacional invitado por Trump desde que volvió al poder
Netanyahu, presionado por la facción más ultra de su Gobierno, se ha reservado “el derecho de volver a la batalla” y Trump ha dicho que apoyará a Israel si eso ocurre. Uno de los miembros del gabinete de guerra ha abandonado tachando el acuerdo de alto el fuego de “imprudente”; otro ha amenazado con irse si no se reanuda la ofensiva militar. En caso de que se fuera, el Gobierno perdería su mayoría, lo que hace todavía mas presente la amenaza de que se retome la guerra, una solución que, en principio, no le gustaría a Trump, que se presentó a las elecciones como un pacifista, con la promesa de “terminar todas las guerras eternas”.

Familiares de israelíes secuestrados por Hamas pidiendo este martes a Trump en Tel Aviv que intervenga para su liberación
Las negociaciones del alto el fuego eran este martes el plato principal en el menú de la reunión entre Trump y Netanyahu, que ocurrió tras el cierre de esta edición. Una hora antes del encuentro, Trump firmó dos órdenes ejecutivas para poner fin a la participación de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas (ONU) y acusarla de ser parcial contra Israel y, por otra, que dejará de financiar la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), que considera patrocinadora de Hamas, y otra con la que buscará ejercer presión a Irán. Ambos mandatarios tenían previsto hablar de la continuación de los acuerdos de Abraham, que el republicano promovió en su primer mandato, para el restablecimiento de relaciones entre Israel y los países árabes de la región. Trump está especialmente interesado en que el país normalice relaciones con Arabia Saudí, algo que ya intentó en su primer mandato y en lo que Biden incidió, pero saltó por los aires tras los primeros bombardeos de Israel a Gaza. El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, sostiene que el reino no establecerá relaciones con Israel antes del “establecimiento de un Estado palestino”.
Otro asunto en la agenda fue la necesidad de prevenir el desarrollo del programa nuclear iraní. Funcionarios de inteligencia de EE.UU. informaron el lunes que creen que el país persa, que Israel ve como la principal amenaza a su existencia, está tratando de producir un arma atómica más rudimentaria, que podría desarrollarse rápidamente. En el 2018, Trump se retiró del acuerdo que había negociado Barack Obama con el objetivo de poner límites a las ambiciones nucleares de Teherán. Para prevenir el desarrollo de la bomba, Netanyahu ha insistido en la necesidad de atacar instalaciones nucleares de Irán, pero siempre ha terminado retrocediendo tras la presión de EE.UU.
El republicano propuso que los palestinos sean reasentados permanentemente en otros países
Netanyahu llegó el domingo a Washington y se reunió el lunes con el enviado de Trump a Oriente Medio, Steve Witkoff. Hoy conversará con el consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, y mañana visitará el Capitolio para reunirse con los líderes del Senado y la Cámara de Representantes, encargados de aprobar la ayuda exterior a Israel. El Estado hebreo es el principal receptor de ayuda exterior desde la Segunda Guerra Mundial, con más de 130.000 millones de dólares.
Entre sus primeras acciones, Trump congeló toda la ayuda exterior, a excepción de Israel y Egipto. Su exclusión es una indicación del valor que da Trump al Estado, pero también de la poca esperanza que tiene en que se sostenga el alto el fuego.