El mercado bursátil experimentó ayer la tormenta perfecta en Estados Unidos. A la incertidumbre que creó el presidente Donald Trump con su firma, la noche del jueves, de tarifas recíprocas radicales a 68 países, más la Unión Europea (UE), aunque una vez más aplazó su aplicación hasta el 7 de agosto, se sumó el seísmo de un pésimo informe laboral. En julio solo se crearon 73.000 empleos y hubo una rebaja sustancial de los números dados en meses previos.
Wall Street abrió con temblores. El Dow Jones arrancó con una caída de casi un 2% (800 puntos). A medida que avanzó la mañana aminoró el daño a los inversores, si bien continuó cayendo de forma pronunciada, con una pérdida de más de 500 puntos. Concluyó la sesión con la peor semana desde mayo. Lo mismo ocurrió con el Nasdaq y el S&P500, que también cerraron en negativo la jornada y la semana tras un largo periodo en positivo. En Europa, las bolsas registraron su mayor caída desde abril.
¿La respuesta de Trump? La esperada. No falla el recrudecimiento de su guerra comercial a pesar de los síntomas en cuanto a la presión que recae sobre los negocios por el encarecimiento de los bienes, que empieza a sentirse en los supermercados a causa de los aranceles.

No. La culpa de todo la tiene el sospechoso habitual, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal. Esta vez disparó cañonazos por el caso omiso que la Fed hizo a su presión para que bajara los tipos y por la respuesta de los mercados bursátil y laboral. Le llamó “idiota testarudo” antes de reclamar una especie de golpe de Estado en el banco central.
“Si continúa rechazando rebajar los tipos de interés, la junta debe asumir el control y hacer lo que todos saben que hay que hacer”, escribió el líder republicano en su red social. “Fuertes disensos en la junta de la Fed, que solo se harán más fuertes, pero demasiado tarde”, insistió en su arrebato. Y remató con la petición de poner “a pastar” a Powell.
En julio solo se crearon 73.000 empleos: el mercado laboral estadounidense empieza a flojear
Trump se propuso cambiar el sistema de mercado global y lo está haciendo. En una nueva versión de “día de la liberación”, el pasado 2 de abril, cuando anunció sus mal llamados aranceles recíprocos .
Después de varios aplazamientos y con excepciones, su anuncio cerca de la fecha límite del 1 de agosto no fue casual y ofrece a la Casa Blanca más tiempo para alcanzar tratos favorables, así como preparar el terreno para aplicar el cobro de esos gravámenes.
Los aranceles más altos recaen sobre los bienes de Siria, Laos y Myanmar, con un porcentaje en torno al 40%, así como a Brasil, que llega al 50%, si bien es más una venganza política contra el presidente Lula por el proceso abierto a su antecesor en el cargo, Jair Bolsonaro.
Uno de los datos más sorprendentes fue la fijación de una tasa del 39% a Suiza, en el rango más alto, un duro golpe para el país europeo.
Mientras sigue el periodo de negociación con China (vence a mediados de este mes) con impuestos temporales del 30% y 15% respectivamente, Trump indicó que hay una prórroga de 30 días con México dada la dificultad que supone el comercio entre los dos países.
El mandatario vuelve a insultar a Jerome Powell por resistirse a bajar los tipos: “Idiota testarudo”
Peor parado sale Canadá. Trump firmó una orden de efecto inmediato con la que fijó aranceles del 35% para sus vecinos, salvo en los bienes cubiertos por el pacto USMCA entre las tres naciones de Norteamérica. El mandatario de EE.UU. dijo que no ha habido negociación y justificó su decisión por la entrada de fentanilo desde Canadá y por la decisión del primer ministro, Mark Carney, de dar apoyo al reconocimiento del Estado de Palestina en la próxima reunión de la Asamblea General de la ONU si no acaba el ataque israelí en Gaza.
Además del general y básico del 10%, estos altos gravámenes pueden paralizar las exportaciones de esos países a EE.UU., uno de los principales mercados para la mayoría. En India se preguntan de qué les ha servido la supuesta amistad del primer ministro Narenda Modi si Washington les castiga con gravámenes del 25%.
La media global de estas tasas, si empiezan tal como están el próximo 7 de agosto, será del 18,3%, el mayor porcentaje desde 1934.

Estados Unidos ha subido ahora su tarifa media hasta el 18,3%, la tasa más alta desde 1934
A pesar del optimismo de los economistas que se mueven en el entorno del presidente, que solo ven la parte de los enormes ingresos que reciben las arcas estadounidenses, la Casa Blanca recibió nuevas presiones ayer para mitigar el posible impacto negativo de los aranceles después del débil informe sobre empleo.
Los enormes gravámenes suponen el riesgo de poner en peligro la posición global de Estados Unidos, puesto que los aliados se sienten obligados a aceptar acuerdos hostiles. Como impuestos sobre las materias primas utilizadas en las fábricas estadounidenses y los bienes básicos, los aranceles también amenazan con forzar la tensión inflacionaria y obstaculizar el crecimiento económico, preocupaciones que la Administración Trump desprecia.
Pero la implantación general de este impuesto a las importaciones se convierte en un gran examen a la teoría política que pregona el presidente. Hasta ahora, la mayor parte de esa presión inflacionaria a causa de los gravámenes ha sido soportada por las empresas, no por los consumidores. Hasta ahora, en tanto los aranceles se han quedado en el 10% para la mayoría de las importaciones, los empresarios han dicho que era algo manejable. Sin embargo, con los incrementos previstos para dentro de una semana y el fin del stock acumulado, todo apunta que ya se dejarán sentir mucho más en los ciudadanos y su cartera.