Desde que se conocen, Narendra Modi y Donald Trump han mostrado una gran sintonía. Sonrisas, abrazos y elogios en cada encuentro.
“Nos hemos reunido varias veces, y siempre ha sido el mismo: cálido, amigable, accesible, enérgico y lleno de ingenio”, decía el primer ministro indio del presidente estadounidense en el 2019, durante una recepción multitudinaria en Houston. “Es un hombre muy listo y un gran amigo mío”, aseguraba el republicano el pasado marzo, unos días después de haberse reunido con Modi en la Casa Blanca.
Pero esa camaradería puede que ya sea cosa del pasado.
La decisión de Trump de imponer a India unos aranceles del 50% ha supuesto todo un terremoto, y hace temer por el futuro de una relación estratégica que ha necesitado décadas de trabajo diplomático.
Relación cercana
En los últimos años, India y EE.UU. han forjado acuerdos en el ámbito comercial, tecnológico y militar
Desde inicios de este siglo, Washington y Nueva Delhi han ido dejando atrás la desconfianza mutua que imperó durante la guerra fría para forjar alianzas en el ámbito comercial, tecnológico y militar. Unos acuerdos que han resultado muy beneficiosos para ambas partes en el plano geopolítico: a India, el acercamiento le sirve para alcanzar su objetivo de convertirse en una potencia mundial líder, mientras que a EE.UU. le es útil para asegurar la región del Indopacífico y contrarrestar la creciente influencia de China.
Desde su llegada al poder en el 2014, Modi se ha esforzado en cultivar esta buena relación, independientemente de quien haya ocupado la Casa Blanca. Pero ello no le ha evitado el castigo de Trump, quien, a pesar de ser un “gran amigo” y un aliado ideológico –ambos mandatarios comparten el aprecio por el populismo con toques autoritarios–, le ha dispensado el mismo trato que a Lula da Silva, una de sus bestias negras.

Modi y Trump en la Casa Blanca, el pasado 13 de febrero
Fricciones varias
Los tratos indios con Rusia, las diferencias comerciales y el acercamiento de EE.UU. a Pakistán explican la decisión de Trump
Según los analistas, en la decisión del presidente estadounidense se cruzan factores económicos, geopolíticos e, incluso, personales.
En primer lugar, está el deseo de Trump de aislar a Rusia, con vistas a forzar un acuerdo de paz en Ucrania. El republicano fue claro en ese sentido el pasado miércoles: dijo que había decidido doblar los aranceles a India –que en un principio iban a ser del 25%– porque el país estaba alimentando “la máquina de guerra” del Kremlin mediante la compra de petróleo. India es hoy el segundo mayor importador mundial de crudo ruso, por detrás de China –que, de momento, se enfrenta a aranceles del 30%–. Antes de la guerra de Ucrania, apenas recibía petróleo de Rusia, pero ahora supone un tercio de sus importaciones. ¿El motivo? Los grandes descuentos que ofrece el Kremlin fruto de las sanciones occidentales. Para India, resulta muy difícil renunciar a este petróleo barato: con él, no solo satisface sus necesidades energéticas, sino que también obtiene sustanciosos ingresos elaborando productos refinados que luego exporta al resto del mundo, como diésel, gasolina o combustible para aviones.
Otro factor tiene que ver con las negociaciones comerciales que EE.UU. e India iniciaron en primavera, y que permanecen abiertas a la espera de llegar a un acuerdo. Con los aranceles del 50% sobre la mesa, Trump dispone de una herramienta de presión para que el Gobierno indio acabe cediendo en cuestiones de gran interés para Washington, como el acceso al mercado agrícola.
Por último, está la cuestión de Pakistán. En los últimos meses, Trump se ha acercado al régimen de Islamabad, para irritación de Nueva Delhi. Y cuando estalló el conflicto de Cachemira, el pasado abril, el presidente estadounidense se apresuró a atribuirse el mérito de mediar en el alto el fuego. India negó que Trump hubiera intervenido, mientras que Pakistán agradeció los servicios del magnate nominándolo para el Premio Nobel de la Paz. Según medios estadounidenses e indios, este episodio enturbió las relaciones entre Trump y Modi, dos líderes caracterizados por su estilo personalista.
Y ahora, tras el golpe arancelario, ¿qué hará India?
El Gobierno de Modi, a través del Ministerio de Exteriores, ya ha dicho que “tomará todas las medidas necesarias para proteger sus intereses nacionales”. Los analistas del país creen que es poco probable que el primer ministro ceda ante Trump: India hace décadas que hace valer su condición de Estado no alineado, y la opinión pública es alérgica a todo lo que huela a injerencias externas. Además, para Nueva Delhi, la relación comercial con Rusia es estratégica: le permite mantener distancias con China, su principal rival en la región.
Precisamente, a finales de mes, Modi viajará al gigante asiático para reunirse con Xi Jinping. Será su primera visita en siete años. Y quién sabe lo que puede hacer un amigo despechado.