
Febrero de 2025. Bajo el sol de West Palm Beach, a un paso de su opulenta residencia Mar-a-Lago, Donald Trump recorre con mirada fascinada un Boeing 747-8 estacionado en la pista y lo visita. No es un jumbo cualquiera: hasta 2023, fue uno de los orgullos de Qatar Amiri Flight, el servicio aéreo de la familia real qatarí. Identificado solo por su matrícula y colores, el avión deslumbra con interiores del estudio parisino Pinto, célebre por decorar mansiones, megayates y hasta el exclusivo Seaside Hotel Palm Beach en Gran Canaria.
La fascinación de Trump tiene un motivo. Según ABC News, Qatar anunciará la donación de este avión a Estados Unidos durante la visita del presidente a Doha la próxima semana, en su primera gira internacional. Valorado en 400 millones de dólares, el 747-8 será adaptado por la Fuerza Aérea para servir como Air Force One interino hasta 2029, cuando pasará a la futura Biblioteca Presidencial de Trump. No será el primero: la biblioteca de Reagan en California exhibe un Boeing 707 que surcó los cielos como Air Force One, mientras que el LBJ Ranch en Texas, parte del legado de la biblioteca de Johnson, conserva un Lockheed JetStar, inmortalizado como el avión de Auric Goldfinger en la tercera película de la saga 007.
Más allá del lujo, el regalo qatarí responde a una necesidad. Los actuales Air Force One, dos Boeing 747-200 entregados en 1990, están obsoletos. En 2018, Trump encargó a Boeing dos nuevos 747-8 por 3.900 millones de dólares, aunque los retrasos, que podrían extenderse hasta 2029, han exasperado al presidente. Una maqueta gigante del avión preside la Oficina Oval, un recordatorio constante de su obsesión. Mientras L3Harris estaría ya equipando al 747 qatarí con sistemas de seguridad presidencial, Elon Musk presiona a Boeing para acelerar el proyecto original. Qatar, astuto conocedor de la situación, satisface el anhelo de Trump por un jumbo ‘made in USA’ de última generación.
Turquía, el precedente qatarí
Qatar ya jugó esta carta en 2018, cuando el emir Tamim bin Hamad Al Thani obsequió un Boeing 747-8, valorado en 500 millones de dólares, a Recep Tayyip Erdoğan. Con un fuselaje reluciente y una cabina digna de Ak Saray, el Palacio Blanco donde reside en Ankara, el jumbo se convirtió en el buque insignia de la flota presidencial turca, que incluye una docena de reactores, como un Airbus A340-500, y tres helicópteros Sikorsky S-92. El regalo, un agradecimiento por el apoyo de Turquía durante la crisis del bloqueo árabe (2017-2021), desató críticas de la oposición turca por su costo. Para Qatar, fue un triunfo diplomático, fortaleciendo la alianza Doha-Ankara. Ahora, con Trump, Qatar repite la jugada, consolidándose como aliado clave mientras negocia un pedido de 100 aviones Boeing para Qatar Airways, una maniobra que explota la rivalidad comercial entre Boeing y Airbus.
Marruecos, un eco desde Emiratos
El gesto qatarí resuena en el Golfo. En 2016, Emiratos Árabes Unidos regaló un Boeing 747-8 al rey Mohammed VI de Marruecos, personalizado con la matrícula CN-MBH, un guiño a sus iniciales (Mohamed Ben Hasan). Pintado con los colores del reino alauí en Hamburgo por Lufthansa, este jumbo ha surcado el mundo, con frecuentes escalas en el aeropuerto Roissy de París, donde su presencia no pasa desapercibida. El regalo reforzó los lazos entre Abu Dabi y Rabat, demostrando que, en el Golfo, los jumbos VIP son más que transporte: son emblemas de influencia. Que Qatar y Emiratos usen el mismo modelo para cortejar a líderes globales no es casualidad: el 747-8 simboliza poder en los cielos.
Un debate ético en las alturas
El regalo a Trump no está exento de sombras. Aceptar un obsequio tan oneroso de un gobierno extranjero despierta sospechas, pero los asesores de la Casa Blanca se han anticipado. Según ABC News, los abogados del Departamento de Justicia, liderados por Pam Bondi, aseguran que la donación a la Fuerza Aérea, y no directamente a Trump, cumple con la cláusula de emolumentos de la Constitución. Su transferencia a la biblioteca presidencial en 2029 no violará la ley. Aun así, el precedente es único. En redes, la “diplomacia en el cielo” se mira con escepticismo, y el debate sobre la ética de estos regalos multimillonarios está servido. Desde el Golfo, los jumbos no solo surcan los cielos: redibujan las alianzas globales gracias a estos regalos.