Un solo rey para la nueva Libia

El centro de Bengasi es el recuerdo de un caos reciente. Decenas de edificios destrozados, apenas esqueletos de hormigón llenos de balazos e impactos de mortero, se sostienen en pie casi de milagro sobre una red de calles vacías. El silencio solo se rompe por los ladridos de dos perros pardos que olisquean entre la basura y tanta quietud contrasta con el bullicio que se oye, a lo lejos, en el exterior: el centro, vallado para impedir el acceso hasta su reconstrucción, contrasta con la actividad febril en el resto de la ciudad, repleta de grúas, avenidas nuevas o tiendas de ropa. Más allá de sus cicatrices de guerra, Bengasi es hoy una ciudad renacida y eso es mucho decir de un lugar marcado a fuego en la historia de Libia: en 1937, Mussolini viajó hasta Bengasi para cimentar su poder colonial, en 1951 el rey Idris I proclamó la independencia desde esta ciudad y desde aquí el coronel Gadafi arrancó con un golpe de Estado sus 42 años de poder. Años después, su régimen caería por una revuelta iniciada en Bengasi. No es extraño que esta fuera la ciudad escogida para las aspiraciones de reinar del nuevo mariscal: Jalifa Haftar, jefe del Ejército Nacional Libio, lanzó desde Bengasi en el 2014 su operación Dignidad contra los yihadistas y señores de la guerra que habían convertido Libia en un agujero de desgobierno. Una década después, lo ha conseguido a medias. Haftar, indiscutible hombre fuerte del país, controla el este, el sur y casi todo el oeste, pero el país sigue comandado por dos gobiernos, ya que Trípoli está bajo el mando del Gobierno de Unidad Nacional, reconocido por la ONU.

Para sus seguidores, líder solo hay uno: Haftar. Gato viejo, el nuevo gran jefe ha sabido tejer, como hizo Gadafi, una red de alianzas con los pueblos más poderosos del sur para asegurarse el control de una zona con pies de petróleo. En una conversación cerca de Ghat, en el sudoeste, Mastan Ibrahim, jefe de un poderoso batallón en la frontera con Argelia, reflejaba el sentir de las milicias bien pagadas hacia el gran comandante: “Haftar ha desarmado a las milicias, ha expulsado a los yihadistas y ha traído seguridad. Nos apoya y ha venido a resolver problemas. Pronto habrá una sola Libia…”.

“Con su control de la mayor parte de Libia, Haftar se ha hecho indispensable”, dice el analista Lacher

Para Wolfram Lacher, analista experto en Libia, no será sencillo. “Haftar tiene el control de gran parte de Libia, pero no creo que tome el control total a corto plazo. Nadie en Trípoli quiere que ocurra. Creo que seguirá la situación actual bastante tiempo, hasta que Haftar muera. Está por ver cuál es la relación entre los dos hijos más poderosos de Haftar y si Sadam, el mejor situado, tiene suficiente influencia para mantener el status quo. Abrirá un nuevo escenario”.

Además de la fuerza militar, Haftar tiene un as en la manga para conseguir su objetivo: una inteligencia felina para los pactos. Nacido en 1943 en Ajdabiya y militar inmisericorde, Haftar ha tenido siempre un sentido de la lealtad flexible. Mano derecha de Gadafi, a quien acompañó durante su golpe, se volvió contra él tras sentirse traicionado en la guerra de los Toyotas. A finales de los años ochenta, Haftar fue escogido por Gadafi para liderar los combates entre Libia y Chad, pero la sonrojante derrota libia ante un ejército que se movía ágilmente por las dunas en todoterreno y que provocó miles de soldados libios caídos llevó al dictador a despreciar públicamente a su subordinado, que fue encarcelado. Roto de rabia, Haftar se sumó a un grupo de la resistencia, apoyado por la CIA, e intentó derrocar a Gadafi. Tras fracasar, fue enviado junto a 300 de sus hombres a EE.UU., donde vivió durante dos décadas en Virginia, en un gesto que llevó a sus críticos a considerarle un traidor. Cuando la primavera árabe marcó el fin de Gadafi, Haftar regresó a Libia. Había llegado su momento.

El mundo cambiante de hoy ha allanado su camino. Las enormes reservas de petróleo libias (1,5 millones de barriles diarios) han transformado Libia en un tablero de intereses internacionales donde Haftar se mueve como pez en el agua. Si Trípoli tiene el apoyo de Qatar y Turquía, Haftar cuenta con Emiratos, Arabia Saudí, Egipto, Rusia, Francia o EE.UU. Para Lacher, ese es su poder. “Con su control de la mayor parte de Libia, Haftar se ha hecho indispensable. Washington, antes de Trump, se acercó a él para no dejar a Rusia la vía libre. Ahora Trump lo hace sin miramientos. Italia necesita a Haftar para que controle la migración… Por diferentes razones, a muchos países les interesa tener buena relación con Haftar”.

Y si el mundo necesita una Libia estable, Haftar está dispuesto a aprovecharlo y coronarse como el nuevo y único gran rey.

También te puede interesar