
El presidente Donald Trump vive en otra época.
En su atlas todavía existe Leningrado, como escribió en su red social el miércoles, dando por hecho que todavía existía la Unión Soviética. El cambio oficial a San Petersburgo se aprobó en 1991. Trump escribió Leningrado solo dos días después de que afirmara en dos ocasiones en rueda de prensa que el viernes, cuando se reuna con su homólogo Vladimir Putin en Alaska, el estado número 49 de Estados Unidos, iba a viajar “a Rusia”, como si aún estuviera en la época gloriosa de los zares.
Trump repitió dos veces esta semana “voy a Rusia” al referirse al encuentro en Alaska con Putin
El mundo mediático trumpista, con la Fox en cabeza, hizo oídos sordos a la súbita pérdida de uno de los 50 estados y el más grande de todos. ¿Alguien se imagina el escándalo que se habría montado si el senil Joe Biden comete tal error? Los dos son casi de la misma quinta, 82 años uno por 79 el otro.
Cuentan en Anchorage, la principal ciudad de Alaska y sede de la base militar de Elmendorf-Richardson donde está previsto el encuentro, que en el atardecer del 29 de marzo de 1867, el embajador de Rusia, el barón de Stoeckl, acudió a la casa de William Seward, entonces secretario de Estado con el presidente Andrew Johnson, y le dio la noticia sobre Alaska.
“El zar ha telegrafiado su aprobación. Mañana, si te va bien, voy al Departamento de Estado y podemos firmar el tratado”, informó el embajador. “¿Por qué esperar hasta mañana? Hagamos el trato esta misma noche”, replico Seward.
De esta manera se selló la compra de Alaska por EE.UU. al precio de 7,2 millones de dólares. La formalización como estado se produjo en 1959.
Que se celebre ahí el cara a cara ya es una decisión geopolíticamente sensible. “No es tan malo como si Trump invitara a Camp David a los talibanes para negociar la paz en Afganistán, pero ciertamente nos recuerda a eso”, sostuvo en la CNN John Bolton, exconsejero de seguridad nacional en el primer mandato Trump. La Casa Blanca despreció ese comentario y otros en la misma dirección al señalar (como insistió ayer Donald Trump en rueda de prensa) con la afirmación de que la cita es una victoria para Estados Unidos al aceptar Putin viajar a ese país.
En una reciente visita de este corresponsal a la base Elmendorf-Richardson, que fue el principal bastión de defensa en tiempos de la guerra fría, a escasos kilómetros de la URSS, los mandos del Ejército insistieron en la cada vez mayor importancia estratégica de Alaska para el control del Ártico y el Pacífico.
El deshielo abre nuevas vías de comunicación y la cada vez mayor importancia de los minerales raros, vitales para la tecnología, desde la Inteligencia Artificial (IA) a los sofisticados aviones de guerra, no han hecho más que reforzar el apetito de la propia Rusia y de China por este territorio.
“Observamos una mayor cooperación militar entre ellos, con más presencia de bombarderos e incursiones navales chinas”, señaló el coronel Sean Anderson. “Los dos ven las aguas que rodean Alaska como un espacio competitivo”, añadió.
Según el gobernador MikeDunleavy (republicano), el estado cuenta con la aprobación para recibir una dotación de rompehielos, naves que se consideran esenciales ante la apertura de nuevas rutas para la navegación y por cuestión de seguridad.
“Existe una gran competición de poderes y el Ártico se ha hecho más accesible, pero no veo un conflicto en el que una nación intente apoderarse de territorio en el norte para obtener recursos”, afirmó Michael Sfraga, exembajador estadounidense para asuntos del Ártico.
La alarma existe, sin embargo, por la creciente militarización. “Lo que me preocupa es una falta de comunicación, un error, que un país no lea las intenciones del otro y se produzca una escalada”, recalcó.