Cuál es el color generalmente asociado con Irlanda?: a. el rojo; b. el verde; c. el rosa, d. el amarillo. La respuesta correcta a tan difícil pregunta (pudiendo consultar con amigos, buscar en Google, preguntar a ChatGPT o recurrir a la inteligencia artificial en caso de necesidad), y la compra de un boleto de seis euros, han permitido a cualquier persona del planeta entrar en una lotería global con una preciosa casa de campo en el condado de Sligo, cerca del mar, como premio.
Con el precio de la propiedad inmobiliaria por las nubes en todos los países industrializados e incluso algunos que no lo están, tan singular lotería ha sido una oportunidad única de adquirir por un precio irrisorio, sin hipoteca ni engorrosos trámites bancarios, una vivienda completamente renovada de dos habitaciones, salón comedor, suelos insonorizados, patio, jardín, fachada meridional (bueno para maximizar el sol, que no abunda en Irlanda) y eficiente en gasto energético, con todas las costas legales e impuestos (que no son moco de pavo, un 33%) asumidos por el vendedor.
El sorteo ha sido supervisado por un notario para que no hubiera suspicacias de bolas calientes como en el fútbol
La dueña de la casita, Imelda Collins, de 52 años, trabajadora de la sanidad pública irlandesa, quería trasladarse a Italia, donde ya vive desde hace doce años su marido, y se enteró de que una mujer de Dublín había vendido su apartamento mediante una lotería organizada por Raffall, una empresa tech con sede en Gran Bretaña que hasta la fecha ha organizado 44.800 sorteos, con premios valorados en 70 millones de euros. Todo empezó durante la pandemia, subastando camisetas de jugadores de fútbol, rugby y cricket.
La señora Collins (no confundir con la Doctora Collin s, una de las bebidas estrella de una popular coctelería del barrio de Les Corts) puso el listón para que la lotería se llevara a cabo en la venta de un mínimo de 150.000 boletos por 900.000 euros, que una vez pagadas las tasas, los costes legales, la publicidad en redes sociales y periódicos de los cinco continentes, la comisión para la empresa organizadora de la lotería y una donación obligatoria a una causa caritativa (en su caso contra la crueldad a los animales), se le habría quedado en unos 400.000 euros limpios, bastante por encima de los 330.000 euros en que ha sido estimado extraoficialmente el valor de la casa.

En caso de que la venta de cupones no hubiese alcanzado los 150.000, Collins habría tenido la opción de pagar a Raffall su comisión del 10%, dar la mitad de la recaudación al ganador de la lotería y quedarse la casa, o dar la casa al ganador y quedarse con el total de la recaudación (con lo que habría salido perdiendo respecto a una venta en el mercado convencional, siempre hay riesgos).
Pero no ha sido el caso, porque el tiro le ha salido bien a Collins. La venta de boletos comenzó en octubre, acabó el 22 de mayo, y hapocos días se anunció el ganador, pero no así la recaudación (para qué dar a Hacienda, amigos, familiares y conocidos más información de la estrictamente necesaria). Es la decimonovena operación de este tipo que Raffals concluye de manera satisfactoria, mientras que en medio centenar de ocasiones no se han adquirido el mínimo de papeletas necesario para que el vendedor saliera ganando, porque todo depende mucho de lo atractiva que sea la propiedad, el beneficio al que se aspira y la publicidad (en este caso, el tema ha salido hasta en el The New York Times , que se merecería un porcentaje de la ganancia para aumentar los sueldos a sus becarios).

Para que no haya suspicacias de manos negras o bolas calientes que favorecen al Real Madrid, como en la Champions, el vendedor no controla en absoluto el sorteo, que se realiza con criterios muy estrictos y bajo la supervisión de un notario. La transferencia del título de propiedad depende del país donde se encuentre, y es de alrededor de ocho semanas en el caso de Irlanda.
¿Y quién se ha llevado la casa por seis euros? Podía haber sido una persona de Sudán del Sur sumergida en la miseria, alguien de Gaza cuya vivienda ha sido aniquilada por una bomba del ejército israelí o el dueño de un apartamento en Járkiv (Ucrania) reducido a escombros por un dron con la firma de Putin. Incluso un joven profesional irlandés que no se puede permitir la entrada de un piso. Pues no. Se trata de Kathleen Spangler, una mujer de Estados Unidos, el corazón del primer mundo, de la que no se sabe nada, pero incluso podría ser votante de Trump. Así de injusta es la vida.