Una guerra entre dos mundos

El idilio entre Donald Trump y Elon Musk ha durado un año y ha visualizado la influencia de la elite tecnológica en la nueva administración. La ruptura entre ambos proyecta dudas sobre la continuidad de esa relación.

(FILES) Tesla, SpaceX and X CEO Elon Musk looks on ahead of the inauguration ceremony where Donald Trump will sworn in as the 47th US President in the US Capitol Rotunda in Washington, DC, on January 20, 2025. Trump and Musk's unlikely political marriage exploded in a fiery public divorce on June 5, 2025. The President Trump said in a televised Oval Office diatribe that he was

Musk contempla Rotonda del Capitolio el día de la investidura de Trump)

AFP

En febrero de 2022, dos días después de que los tanques rusos invadieran Ucrania y un ataque de malware dejara inutilizadas las comunicaciones de Kyiv, el ejército ucraniano pidió ayuda a Elon Musk a través de twitter. El empresario, entonces un convencido de la causa, mandó centenares de terminales de Starlink para cubrir el territorio y sacar al ejército ucraniano de la oscuridad.

Esa sintonía acabó un mes después, cuando los ucranianos atacaron con drones la flota rusa anclada en Sebastopol. Enterado de la operación y sin informar de ello a Zelenski, Musk ordenó desactivar todos los terminales de Starlink situados a menos de cien kilómetros de Crimea. Los drones quedaron a ciegas y se perdieron. En la biografía de Walter Isaacson en septiembre de 2023, Musk justificó la decisión en que Crimea estaba bajo soberanía rusa y temía que la operación comportara una escalada en la guerra.

Hay observadores que consideran que aquel día sucedió algo extraordinario: el responsable de una tecnológica tomaba una decisión que era propia de un Estado. Los oligarcas tecnológicos tenían una agenda política propia y la aplicaban. Musk no les decepcionó. Había apoyado a Javier Milei y a Nayib Bukele. En los meses siguientes exportó su activismo al otro lado del Atlántico para apoyar a la ultraderecha. Al partido Reforma en Reino Unido y a los alemanes de la AfD.

¿Llegaría el día en el que la elite tecnológica iba a sustituir a la elite política tradicional? La hipótesis empezó a hacerse verosímil durante la pandemia. Los gigantes tecnológicos se hicieron imprescindibles. Para garantizar las comunicaciones, la seguridad o el trabajo en remoto. También para transmitir informaciones y desinformación. Para entonces llegaban ya noticias inquietantes de Silicon Valley. Miembros destacados de esa comunidad (como Peter Thiel, fundador y alma de Paypal primero y Palantir después) se mostraban escépticos, sino abiertamente contrarios a la democracia liberal.

Lo que sucedió finalmente fue lo más parecido a una fusión entre el poder político y tecnológico. O dicho en términos económicos, “la captura” del Estado por parte de la oligarquía tecnológica. Todo eso fue posible gracias al idilio iniciado por Musk y Donald Trump. El primero aportó el dinero para la campaña electoral (275 millones de dólares). El segundo le dio acceso a la administración. Lo convirtió en consejero personal. Le situó al frente de la política de recortes en las agencias federales (DOGE). Comprometió con sus empresas una lluvia de millones.

Es la pugna de físicos, matemáticos e ingenieros contra el universo creado por abogados y tecnócratas

Musk no ha sido el único beneficiado. Palantir y Microsoft han obtenido grandes contratos para la gestión de datos. El propio Musk ha tenido acceso a datos personales que nunca deberían haber caído en sus manos. La plana mayor de la Inteligencia Artificial (OpenAI, xAI, Nvidia, Palantir) viajó en mayo con Trump a los países del Golfo para cerrar importantes contratos. El presidente les ha hecho un regalo infinito. Por primera vez, una tecnología clave para la seguridad de un país, será desarrollada por el sector privado, sin la fiscalización del Estado. Algo así no hubiera sido imaginable en EE.UU. con la tecnología nuclear o la carrera espacial.

El jueves 5 de mayo toda esa armonía saltó por los aires. Trump y Musk se enzarzaron en todo tipo de acusaciones. En origen, por las críticas del empresario al presupuesto. Musk acusó a Trump de ingrato, le vinculó con el pedófilo Jeffrey Epstein y amagó con apoyar un impeachement . Un día después el empresario se mostró más conciliador (consciente quizás de su propensión al exceso).

Pero para entonces, ya estaba claro cuál era la opinión de Musk sobre los políticos a los que ha financiado y que han aprobado un presupuesto que él rechaza. Los detesta: “Lo siento, pero ya no lo soporto más. Este proyecto de ley del Congreso, enorme, escandaloso y lleno de gastos superfluos, es una abominación repugnante. Qué vergüenza para quienes votaron por ello. Saben que lo han hecho mal. Lo saben” ha escrito esta semana en un tuit.

¿Supondrá la ruptura entre Trump y Musk un cambio en las relaciones entre la Casa Blanca y la oligarquía tecnológica? Es difícil saberlo. Después de veinte años de convivencia, los hombres de Silicon Valley parecen haberse cansado de la vieja clase política, los tecnócratas a los que han delegado la gestión del mundo. Es la filosofía del Move Fast, Break Things , la de la ruptura y el caos contra la de las reglas y el consenso. Es el mundo de los físicos, ingenieros y matemáticos contra el de los abogados. Para los más radicales de Silicon Valley, mejor un gobierno que funcione como un consejo de administración que un lugar lleno de burócratas.

En su último libro, L’Heure des Predateurs (La hora de los predadores), Giuliano da Empoli compara a la oligarquía tecnológica con los Conquistadores que se hicieron con el Imperio Azteca en el siglo XVI. Fueron las dudas y el desconcierto de Moctezuma y su entorno lo que les impidió derrotar a los 200 españoles montados a caballo y armados con arcabuces y trabucos. Cuando comprendieron que les podían ganar, ya fue demasiado tarde.

Trump ha dado mucho juego a Silicon Valley, el último regalo, una IA sin supervisión pública

Los empresarios tecnológicos han encandilado a los políticos. A Barak Obama cuando Silicon Valley era demócrata. A la derecha republicana después. ¿Recuperará la política el espacio perdido en manos de la elite tecnológica? No parece probable que vaya a ser así. Pero con Donald Trump nunca se sabe.

También te puede interesar