
La caída de un régimen es también la caída de sus símbolos. Los rostros de Bashar y Hafez el Asad, quienes gobernaron Siria con mano dura durante 54 años, se han evaporado de las plazas y carreteras del país. Fueron el primer objetivo de la ira popular tras la huida del dictador a Moscú, el pasado 8 de diciembre. Durante semanas, esos carteles fueron despedazados o tendidos en el suelo para que la gente los pisara al pasar. El único lugar donde sus caras permanecen y nadie se atreve a dañarlas es en los billetes de 2.000 y 5.000 libras sirias, un bien escaso en una nación donde el 90% de la población vive bajo el umbral de la pobreza.
Desprenderse de todos los emblemas oficiales es un proceso largo tras un cambio político tan profundo. Sin embargo, el nuevo Gobierno sirio, integrado por los antiguos rebeldes de la Organización para la Liberación del Levante (HTS, en sus siglas en árabe), ha dado un paso más allá para dar una nueva identidad nacional. En un espectáculo con drones y hologramas en el palacio presidencial –también construido por Bashar–, el nuevo presidente, Ahmed el Sharaa, reveló el nuevo emblema de Siria: un águila dorada, con 14 plumas, una por cada provincia y por cada año de guerra civil. Sobre ella descansan tres estrellas, que representan al pueblo. Su nueva disposición –ubicadas sobre el águila y no dentro de un escudo– busca reflejar una relación renovada entre la ciudadanía y las instituciones.
El águila dorada sustituye al antiguo halcón del régimen Asad, con 14 plumas, una por cada provincia de Siria
La supresión del tradicional escudo, por su parte, marca un giro simbólico: el abandono de una identidad estatal asociada al militarismo del régimen anterior.
Según la agencia estatal de noticias SANA, el águila tuvo un papel destacado durante la conquista de la Gran Siria por parte de Jalid ibn el Walid, compañero del profeta Mahoma, en el siglo VII. La agencia añadió que el símbolo refleja “lo que los padres fundadores habían imaginado en 1945”, aunque con un diseño más limpio y modernizado por el diseñador sirio Khaled el Asali. Un ave rapaz que sustituye a otra, el halcón de Quraysh, un emblema común de los nacionalismos árabes, que extendía sus alas en la antigua bandera de la república.
El evento, al que asistió la nueva e islamizada cúpula política, dio un repaso a la historia siria y sus principales monumentos, como la ciudadela de Alepo o el casco antiguo de Damasco. Pero también hubo espacio para la épica de la revolución, iniciada durante las primaveras árabes en el 2011 y que derivó en un gran conflicto que arrasó por completo el país. Otro rostro, el de Hamza el Khatib, detenido por las fuerzas del régimen cuando solo tenía 13 años en la ciudad sureña de Daraa, fue dibujado con pequeñas luces sobre el cielo de la capital. El regreso de su cuerpo, torturado y mutilado, es considerado la chispa que inició la revolución.
En un discurso durante la ceremonia, Sharaa afirmó que la nueva identidad del país refleja una “Siria que no acepta la división ni la partición, una Siria unificada, en la que la diversidad cultural y étnica es un factor de enriquecimiento, no de división ni de conflicto”. Según él, la celebración “encarna la identidad de Siria y de su pueblo en esta nueva etapa histórica, una identidad que extrae sus características de esta ave de presa, de la cual adquirimos su fuerza de determinación, rapidez, maestría e innovación”.
El nuevo emblema nacional, junto con otros símbolos, será adoptado gradualmente en documentos oficiales, como el carné de identidad nacional, pasaportes sirios e instituciones gubernamentales. El líder sirio declaró “una ruptura con el régimen de opresión y tiranía y el inicio de una nueva identidad para un país orgulloso y una vida digna que espera a los sirios”. Desde que tomó el poder en enero, Sharaa ha buscado reinsertar Siria en el mundo árabe y cerrar el largo paréntesis de aislamiento occidental. En estos meses ha ido a Riad, Ankara, Abu Dabi y París, con una agenda centrada en reconstruir relaciones y dejar atrás la era Asad. En mayo, durante una gira por el golfo, se reunió en Riad con Donald Trump. Fue el primer encuentro de alto nivel entre Siria y Estados Unidos en décadas, y un gesto claro de que Washington está dispuesto a hablar con las nuevas autoridades en Damasco. Este lunes, Trump firmó una orden ejecutiva que pone fin al sistema de sanciones impuestas sobre figuras y entidades ligadas al régimen anterior. Oficialmente, respondía a violaciones de derechos humanos durante la guerra, pero en los hechos, marca el fin de una etapa.