Una voz tranquila para calmar la ansiedad

Enrico Letta fue primer ministro de Italia entre abril del 2013 y febrero del 2014, cuando tiró la toalla hastiado de las luchas dentro de su propio partido, dominado por una ideología progresista que le impedía ser pragmático frente a la crisis financiera. Entonces, cambió la política por la docencia y la observación de los asuntos europeos. Hoy es medio gurú y medio oráculo. Lo demostró este jueves por la tarde, en la última cita de Foros de Vanguardia. Con voz tranquila y argumentos sencillos calmó la ansiedad que padecía gran parte del establishment político y económico reunido para escucharlo en el auditorio MGS. Si antes del acto, la zozobra del presente dominaba los corrillos, después se asentó la certeza de que hay soluciones si somos capaces de “pensar a lo grande”, como recomendó el doctor Letta.

Por encargo del Consejo Europeo, el profesor presentó hace un año una hoja de ruta para fortalecer la economía de Europa de aquí al 2029. Este informe diagnosticó el raquitismo de una Unión Europea que, perdida en las luchas intestinas que Letta conoce tan bien, se niega a crecer. “El tamaño importa”, insiste él, pero parece que todavía es pronto para que le hagan caso de verdad. La oportunidad, sin embargo, es ahora, este año y el próximo, porque a partir del 2027 el ciclo electoral negará la valentía de los políticos, reducidos por la simplificación de las propuestas, la preponderancia del populismo y el nacionalismo.

Letta es un optimista que transmite esperanza al afirmar que Trump hará más grande a Europa

Antes de que sea demasiado tarde, Letta propone más integración. Asegura que un mercado único en las finanzas, la energía y las telecomunicaciones impulsará el crecimiento. Sólo así la UE dejará de ser un niño bajo tutela norteamericana.

Conocer el problema y la solución, sin embargo, no supone que el paciente acepte el remedio. Los estados ponen trabas cuando han de ceder soberanía. La defensa y las finanzas son pilares nacionales que no se comparten. Letta, por ejemplo, criticó al gobierno alemán por oponerse a que el banco italiano UniCredit controle Commerzbank. Afirma que no hay ninguna justificación técnica, que es un bloqueo puramente político. Los alemanes, sin embargo, dicen que UniCredit está demasiado expuesto a la deuda pública italiana y que en caso de crisis ellos pagarán el pato. Al Banco Central Europeo no le gusta este argumento que reaviva la hostilidad que causó el diktat austericistade Berlín durante la crisis del euro.

La carrera política de Letta terminó, precisamente, por la negativa de su partido a los recortes que exigía Bruselas.

Gracias a aquel fracaso, sin embargo, Europa cuenta con un gran prescriptor, alérgico a las ideologías y vacunado contra el pesimismo y la nostalgia que, a su juicio, atenaza a EE.UU., el Reino Unido, Francia y la propia Italia.

El mundo de hoy es muy diferente al del 2013, cuando Letta cogió las riendas de Italia . Entonces, como recordaron varias fotos proyectadas en la gran pantalla del auditorio, Putin compartía cumbres del G-7 y del G-20 con Merkel y Obama. Hoy Trump se entiende mejor con Putin que con los líderes europeos.

Esta relación es de mal augurio, pero Letta conserva la calma. Es un optimista que transmite esperanza. Tiene muy claro, por ejemplo, que Trump hará más grande a Europa y al escuchar esta predicción en su bello y tranquilo italo-español, la ansiedad desaparece y dan ganas de gritar bajito “sí se puede”.

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