Vuelve el Papa, empieza otra etapa

El papa Francisco ha vuelto. Las presiones para abandonar el hospital Gemelli convencieron a los médicos de que era mejor asumir ciertos riesgos antes que obligar a un hombre de 88 años a seguir encerrado en la décima planta del edificio durante varias semanas más. Fue un día importante para el Pontífice argentino, que por primera vez se mostró en público después de 38 días de internación, de los que solo trascendieron un breve audio y una foto tomada de espaldas.

Francisco apareció en un sencillo balcón poco después del mediodía, con el primer calor verdadero de la primavera. Abajo, en la explanada del hospital, se habían reunido al menos dos mil personas, tan emocionadas que apenas se atrevieron a aplaudir. La escena, por lo demás, tenía una gran carga emotiva: el Papa fue llevado hasta la pequeña terraza por su asistente sanitario personal, Massimiliano Strappetti, en una silla de ruedas. Se le vio más delgado, pero no demacrado, y con movilidad reducida. Impartió la bendición y dijo: “Gracias a todos. Saludo a esta señora con las flores amarillas. Muy bien”.

Palabras informales, acompañadas de un pulgar levantado, fiel a su estilo, como diciendo: “Aquí sigo”.

Francisco presionó a los médicos para salir del hospital; ahora deberá cambiar de estilo de vida

Cuando el Fiat 500 blanco, bajo la atenta mirada de los hombres de la Gendarmería, cruzó la puerta del Perugino –que marca la frontera entre la República Italiana y el Estado de la Ciudad del Vaticano–, fue evidente para todos que quedaba inaugurada una nueva etapa del pontificado. Los médicos fueron claros: se necesitan dos semanas de convalecencia y Francisco debe cambiar de estilo de vida respecto a los meses anteriores al ingreso por la neumonía bilateral. Nada de audien­cias multitudinarias, una agenda ligera y salidas del Vaticano muy limitadas. Los colaboradores de Bergoglio saben que este será el mayor desafío.

Si bien el físico está visiblemente debilitado, ya ayer algunos gestos dejaron claro que Francisco sigue siendo el mismo y no quiere quedar atrapado por el protocolo. El cortejo que debía llevarlo directamente de regreso a su residencia en casa Santa Marta se desvió –en contra del operativo de seguridad organizado por la policía italiana– y se dirigió a Santa María la Mayor, la basílica donde el Papa acostumbra a rezar antes de cada viaje apostólico. Tras algunos minutos de recogimiento, frente a la imagen de la Salus Populi Romani , el Fiat 500 se encaminó hacia el Vaticano. Poco antes de cruzar la puerta del Perugino, Francisco reconoció a una vecina y se detuvo a conversar con ella. Un gesto espontáneo, de esos que ya son marca de la casa.

La parada sorpresa del Papa en su basílica más querida

Tras recibir el alta del hospital Gemelli, el papa Francisco decidió hacer una parada no prevista en la basílica de Santa María la Mayor, para rezar ante el icono de la Salus Populi Romani, al que le une una profunda y constante devoción personal. Es un hilo que recorre todo su pontificado: el 14 de marzo del 2013, al día siguiente de su elección, su primer gesto público como Pontífice fue precisamente una visita sorpresa a esta basílica mariana, donde oró en silencio y ofreció flores a la Virgen. Desde entonces, ha regresado en numerosas ocasiones, antes y después de cada viaje apostólico. Ayer repitió ese gesto, esta vez con la salud visiblemente frágil. No bajó del coche: entregó un ramo de flores al cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la basílica, para que lo colocara ante la imagen. Es sabido que Francisco ha elegido este lugar como su futura sepultura, testimonio del vínculo especial que lo une a la Virgen. En la basílica están sepultados siete pontífices, y el Papa argentino ha querido formar parte de esa tradición silenciosa y cargada de ­significado.

Por las calles de Roma –alrededor del Gemelli, en la plaza de San Pedro y a lo largo del trayecto entre la periferia oeste de la capital italiana y el Vaticano–, se respiraba un aire feliz, curioso y, en el fondo, algo sorprendido. Nadie lo admite, no es elegante hacerlo, pero el pueblo de Francisco temía tener que reunirse en torno a la basílica, corazón de la cristiandad, para ceremonias mucho más tristes.

Y, sin embargo, Francisco ha vuelto, “sigo vivo”, como dijo en tono irónico a los médicos que, en los momentos más difíciles de la hospitalización, le preguntaban: “¿Cómo está, Santo Padre?”.

Ese “sigo vivo” es también un mensaje para tantos que ya estaban organizando un cónclave, ante una sucesión que se perfila como especialmente compleja. Un problema que puede, de momento, aplazarse.

El Papa denuncia los bombardeos en Gaza y pide una respuesta de la comunidad internacional

Jorge Mario Bergoglio conoce bien su curia, ha denunciado a menudo con crudeza sus defectos y sabe que cuando un papa está agonizante no se reza solamente: también comienzan las maniobras. Los rumores de una posible renuncia se alternaban con noticias sobre un grave deterioro de su estado de salud, y se ponían en duda los partes médicos que cada noche difundía la comunicación vaticana.

Francisco tiene muy claro que, en un momento tan trágico y caótico para el mundo, su voz, aunque debilitada, debe volver a escucharse. Así lo demuestra el texto del ángelus de ayer, difundido poco antes de salir del Gemelli: “Me ha dolido la reanudación de los fuertes bombardeos israelíes sobre la franja de Gaza, con tantos muertos y heridos. La situación humanitaria es de nuevo gravísima y requiere el compromiso urgente de la comunidad internacional”.

El papa Francisco ha vuelto.

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