Donald Trump acudió a Corea para recibir tributo y, cien minutos antes de regresar a EE.UU., para estrechar la mano de Xi Jinping, con efectos balsámicos. Pero en la histórica ciudad de Gyeongju, anfitriona de la cumbre de países de Asia-Pacífico (APEC) que empezó este viernes y concluye mañana, el único emperador era este último. Xi ha aprovechado la ausencia de su homólogo estadounidense -y del ruso Vladimir Putin, que no acude desde la cita de 2017 en Vietnam- para atraer todos los focos. Erigiéndose así en vertebrador de esta asociación de veintiún miembros de ambas orillas de aquel océano.
No solo por su peso específico, sino también por su defensa de la apertura de mercados, la libertad de navegación y las reglas de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ese tipo de discurso que, hasta hace pocos años, estaba en boca de Occidente.
“No debemos romper lazos, sino reforzarlos”, dijo Xi en su intervención de esta mañana. El presidente chino, lacónico el jueves, durante su breve comparecencia pública con el efusivo inquilino de la Casa Blanca, habló este viernes largo y tendido, ante una audiencia formada por ministros de Exteriores y mandatarios de 20 países miembros, además de un exministro de Taipéi China.
Xi Jinping desglosó en cinco puntos su visión de APEC, cuyos miembros concentran más de la mitad de las exportaciones mundiales. A saber, el deber de salvaguardar el sistema multilateral de comercio; de velar por un entorno económico abierto; de mantener estables las cadenas de suministro; de avanzar en la transformación digital y verde del comercio; y de un desarrollo que beneficie a todos.
Test atómico y submarino para Corea del Sur
China intenta descifras los dos titulares nucleares que ha dado Trump en 24 horas
La cumbre pacífica -en su acepción geográfica- fue alterada la víspera en todos los sentidos por la intempestiva declaración de Donald Trump -en su red social favorita- de que ordenaba la reanudación de ensayos nucleares, tras una moratoria de más de tres décadas, tras el último test soviético (1990) y estadounidense (1992). Esta moratoria solo fue rota por India y Pakistán (1998) y Corea del Norte (2017), siendo todos ellos objetos de repulsa internacional y sanciones.
Esta vez, ha sido nada menos que la organización de víctimas del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki, galardonada con el Premio Nobel de la Paz 2024 (hoy codiciado por Donald Trump) la que ha puesto el grito en el cielo. Poco antes, Trump había dejado otra carga explosiva, que ha estallado hoy: Su luz verde a que Corea del Sur pueda contar con submarinos de propulsión nuclear. Algo que ha levantado suspicacias en China, hasta el punto de que fuentes oficiales han llamado a que no se incumpla el tratado de no proliferación nuclear.
El precipitado final de la gira asiática de Donald Trump, antes del mediodía del jueves, le evitó el encuentro con el primer ministro canadiense, Mark Carney. Esta misma semana, el impulsivo mandatario estadounidense castigó a su homólogo norteamericano con un arancel suplementario del 10%, furioso por un anuncio televisivo de la provincia de Ontario que contrasta sus desafueros arancelarios con el discurso anti proteccionista de Ronald Reagan.
“No quiero verlo…No, no me voy a ver con él [Mark Carney] durante bastante tiempo”, dijo Trump esta misma semana, disipando cualquier expectativa de encuentro en Corea del Sur con el mandatario canadiense. Y poniendo en bandeja la reconciliación entre Carney y el presidente chino, Xi Jinping. Un hecho notable, puesto que, pocos meses atrás, Canadá puso un arancel del 100% a los vehículos eléctricos chinos, provocando a su vez una subida del 75% a los gravámenes de Pekín a la colza canadiense. La pipa de la paz entre China y Canadá -países, por cierto, de extensión similar- tiene todavía más mérito tras la larga etapa de Justin Trudeau, que logró la proeza de arruinar las relaciones de su país con India y China al mismo tiempo.
Cena de gala de la cumbre, con Xi Jinping y su anfitrión surcoreano, Lee Jae Myung, saboreando una copa de makgeolli, un vino de arroz no filtrado típico de Corea.
Esta ha sido una de las reuniones bilaterales significativas de Xi este viernes. La otra ha sido su primer encuentro con la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, que pocos días antes había anunciado junto a Trump en Japón una nueva “era dorada” en las “relaciones transpacíficas”. Los dorados, por cierto, tan del gusto de Trump, no faltaron en la decoración japonesa, ni tampoco en el protocolo coreano: el primer ministro Lee Jae Myung se puso, como cicerone de Trump, una corbata dorada. Difícilmente repetirá corbata mañana sábado, en su importante cita bilateral con Xi Jinping, con la desnuclearización de Corea del Norte como uno de los temas a abordar.
A diferencia de su antecesor Yoon Suk Yeol, encarcelado por golpismo, Lee Jae Myung quiere recuperar el contacto con la otra Corea y mejorar la relación con China, que había tocado fondo. Desde hace un mes, Corea del Sur permite la entrada sin visado de grupos de turistas chinos, en respuesta a la exención de visado turístico para los pasaportes surcoreanos en China, desde un año atrás.
Seúl intenta así ganar margen de maniobra, sin menoscabo de su alianza estratégica con Estados Unidos. Donald Trump exigió, para mantener esta, una inversión de 350.000 millones de dólares “al contado”. Finalmente, esta será pública y privada en partes casi iguales y distribuida en diez años. Un auténtico tributo imperial, muy distinto al tributo simbólico que Corea ofreció al emperador de China durante casi dos mil años.
Reapertura sin visado
Los turistas coreanos ya no necesitan visado en China, ni los chinos en Corea
Algo que, unido a la reciente deportación en condiciones humillantes de trabajadores coreanos en EE.UU. -precisamente aquellos que levantaban el tipo de fábricas exigido por Trump- ha soliviantado a parte de la opinión pública, tradicionalmente pro estadounidense. Así, por ejemplo, un editorial del diario surcoreano Hankyoreh, denunciaba hoy los dictados de Washington sobre adquisición de armamento o gas licuado estadounidense, unidos a la estratosférica inversión demandada para reindustrializar Estados Unidos. “Recuerda a los gángsters que piden dinero de protección a las tiendas dejando caer que, de no hacerlo, te podría pasar algo malo”.
El primer ministro surcoreano no se expresó en esos términos, pero propuso “la armonía”, como clave de la relación entre países del Pacífico: “Solo la cooperación y la solidaridad pueden llevarnos a un futuro mejor”. Eso y “que la IA llegue a todos”.
La otra cara de la moneda, claro está, es el inmenso valor del mercado estadounidense para firmas como Samsung, a las que además se les allanó el terreno durante el primer mandato de Trump, con la persecución de Huawei, hasta el punto de prohibirle el uso de Android en sus móviles.
Para que el trago de 350.000 millones no sepa tan amargo, al margen de la cumbre se han anunciado grandes proyectos industriales entre la empresa estadounidense de Inteligencia Artificial, Nvidia -la de mayor valor de mercado- y Hyundai, SK, Naver o la propia Samsung.
El presidente de Chile, Gabriel Boric, y el de China, Xi Jinping, se saludan efusivamente este viernes en Gyeongju, durante la cumbre de la asociación de Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC).
Omnipresentes. En cuanto a ausencias, la más remarcable en la cumbre es la de Taiwán. Y no porque no esté. La isla autogobernada, bajo el nombre de Taipéi China, es uno de los 21 miembros de APEC, uno de los pocos foros internacionales donde hay representantes de ambas Chinas. Cabe decir que no consta que Donald Trump dedicara ni una palabra a Taiwán en su encuentro con Xi Jinping, consciente de lo que estaba en juego.
La propia Sanae Takaichi habría evitado meterse en dicho berenjenal (y Xi habría alentado su prudencia, al decir que debían trabajar sobre lo mucho que une a ambos países y no sobre lo que los separa).
Donald Trump ha tenido en Asia el protagonismo que buscaba durante una semana y, ciertamente, no ha regresado con las manos vacías. Pero 24 horas después de que abandonara la cumbre de ASEAN en Malasia, tras firmar cinco acuerdos sobre tierras raras con otros tantos países, el primer ministro chino, Li Qiang, firmó un acuerdo de cooperación mejorada con el grupo.
Su propio secretario de la Guerra, Pete Hegseth, que este viernes se ha reunido por primera vez con su homólogo chino, Dong Jun, en Kuala Lumpur, ya no habla de hegemonía, sino de “equilibrio de poder”, en lo que denomina “Indo-Pacífico”. Los primeros interesados en ese equilibrio son los países del sudeste asiático.
Alianzas variables
El sudeste asiático no quiere vivir bajo la hegemonía china, ni tampoco de EE.UU.
Mientras tanto, algunos de los datos inicialmente confusos sobre la tregua comercial entre China y EE.UU., sellada durante el encuentro presidencial, se han ido aclarando. Pekín se comprometería a que el volumen de compras de soja estadounidense -hoy a cero- suponga a final de año el 50% de lo que fue el año anterior. A partir del año que viene, y durante tres o cuatro años, incluso se superarían las cifras de 2024.
El ministro de Exteriores surcoreano, Cho Hyun, manifestaba este viernes su confianza de que la cumbre podría terminar con una declaración conjunta, este sábado. Algo que fue imposible en 2018 y 2019, tras los primeros órdagos arancelarios de Trump, concentrados en China. Una legislatura más tarde, las promesas de campaña de Trump de meter a China en vereda no han podido hacerse realidad, por las bazas estratégicas con que cuenta el gigante asiático.
El resto del mundo cubre la diferencia, hasta el punto de que un país como India, donde se aplaudía en general el retorno de Trump, ve como sus productos están sujetos a un arancel todavía más severos (50%) que sus competidores chinos (47%).
“Extender una rama de olivo a China mientras se castiga a los aliados es algo que no puede funcionar”, reza el editorial antes citado. “¿Sabe Trump que Xi Jinping es quien ríe el último?”.
