Xi patrocina una cumbre asiática con líderes de países como Rusia, India o Irán

El centro de gravedad del planeta se ha desplazado visiblemente hacia oriente este domingo. Concretamente hacia la portuaria Tianjin, donde el presidente de China, Xi Jinping, ejerce de anfitrión durante dos días de la 25.ª cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

La nómina de jefes de Estado o de gobierno es sustancial, con la presencia del presidente ruso, Vladímir Putin, su homólogo iraní, Masud Pezeshkian, o el primer ministro indio, Narendra Modi, que vuelve a pisar China después de siete años, tras hacer escala en Japón. Así hasta veintiséis mandatarios, entre países miembros (10), observadores (2) y socios de diálogo (14), que suman un 42% de la población mundial.

Xi reclama multilateralismo frente a un mundo

Putin y Xi se cogen de las manos durante el saludo de bienvenida del mandatario chino a sus invitados a la cumbre (ALEXANDER KAZAKOV / EFE)

El presidente chino envía un mensaje a Occidente sobre su capacidad para liderar un nuevo polo de poder

Xi Jinping dejó claro que esta cumbre de dos días debería marcar un antes y un después. No por casualidad, cuenta con un epílogo acerado, este miércoles, con el desfile por los ochenta años de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial. Aunque solo algunos de los presentes en Tianjin se desplazarán a continuación a la pekinesa plaza de Tiananmen, entre ellos estarán Putin y su socio bielorruso, Alexander Lukashenko, con alguna incorporación sonada, como la del dictador norcoreano, Kim Jing Un.

La presencia de estos dirigentes en la misma tribuna que Xi Jinping manda un mensaje a Occidente, en su común contemplación de las últimas novedades del arsenal del Ejército Popular de Liberación.

La reunión de la OCS congrega a veintiséis mandatarios de países que suman un 42% de la población mundial

Xi Jinping no va a tener a su vera a todos los que desearía. En Tianjin hay dos ausencias de peso. Una es Tailandia, que este mismo viernes remozaba su cúpula política por vía judicial –como tantas otras veces– con un primer ministro interino todavía más interino tras la destitución de la ya ex primera ministra Paetongtarn Shinawatra. La otra es Indonesia, a cuyo presidente, Prabowo Subianto, que este año ha metido a su país en el grupo de los Brics (donde el protagonismo de China es menos marcado que en la OSC con relación a Rusia o incluso India), le han estallado esta semana las peores protestas callejeras registradas en el país en mucho tiempo. Este fin de semana, se ha pasado de quemar autobuses a residencias de ministros, ostensiblemente en protesta por el elitismo de la clase política y el atropello mortal de un manifestante. Pero las fechas han llamado la atención, al suponer la cancelación de la visita a China prevista de Prabowo, al que algunos incluso esperaban ver en Tiananmen. Es cierto que su calendario era sumamente chocante, ya que el exgeneral ejerce a la vez de anfitrión estos días de los ejercicios militares anuales Super Garuda Shield, que Estados Unidos comanda en suelo indonesio con la participacíon de 13 ejércitos.

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El éxito de convocatoria de la cumbre de Tianjin ha dejado de ser noticia, cuando la última cumbre China-África, hace menos de un año, congregó a los dirigentes de todos los gobiernos africanos, excepto la ignota Eswatini –que considera que la China legítima es la de Taipéi– y el Sáhara Occidental, al que no reconoce. Duró tres días.

Los dos días de duración de la cumbre contrastan con las 24 horas de la que tuvo China con la UE

En contraste, la última cumbre China-UE, a finales de julio, duró solo un día a petición china y su balance fue previsiblemente decepcionante. La cúpula de Bruselas, encerrada en un solo juguete, se preparaba ya para acudir al club de golf de Donald Trump en el Reino Unido.

OCS son siglas que habrá que empezar a memorizar, por poco excitante que sea su hoja de servicios, como un día el resto del mundo memorizó las siglas de la Unión Europea. Esta última podría no ser capaz indefinidamente de destrenzar de noche la convergencia euroasiática –empezando por el transporte, el comercio y la seguridad– que organizaciones como la OCS pregonan.

Las dos lenguas oficiales de este encuentro internacional son el chino y el ruso

Prueba de ellos es que este mismo domingo se reunía con Xi Jinping el dictador azerbaiyano, Ilham Aliyev, pieza clave en ese puzle de conectividad, igualmente cortejado por los occidentales. Aunque antes –como en el caso de Modi– se cuidara de repartir las velas: una para Turquía, otra para Israel; una para el corredor de Zangezur –que acercará a la OTAN al mar Caspio, con la connivencia de una Armenia menguante– y otra a las nuevas Rutas de la Seda.

El Gran Juego, esa obsesión anglosajona de más de doscientos años por el control de Asia Central, sigue vivito y coleando. Y mientras la UE deshoja la margarita, China reúne por todo lo alto a a un bloque de países afines –o de países que quieren reactivar sus relaciones, como la India de Modi– cuyas metrópolis volverán a contar con vuelos directos a ciudades chinas, mientras se reabren puestos de intercambio comercial fronterizo largamente cerrados.

Por último, Tianjin no es una ciudad china más. Como Shanghai o Cantón, con sus concesiones a potencias extranjeras, también fue punto de encuentro de Oriente y Occidente, de forma frecuentemente traumática china. Pero el encuentro se celebra en el marco de una organización en la que las dos lenguas oficiales son el ruso y el chino. Hay otros mundos, aunque estén en este. La democracia, eso sí, es discrecional y puede ser pospuesta indefinidamente, con la misma soltura con que otros postergan la paz.

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