La victoria del ultraderechista Kast abre una nueva era política en Chile

Chile entra en una nueva era de la mano de José Antonio Kast. El líder ultraderechista se impuso con claridad este domingo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. De esta forma, por primera vez desde el regreso de la democracia, el país estará dirigido por un político abiertamente identificado con el pinochetismo.

“Hemos derrotado al comunismo”, era la frase que se repetía entre las miles de personas que se volcaron a las calles en Chile para celebrar el triunfo del candidato del Partido Republicano. Con el 58,1% de los votos, Kast superó con creces a la candidata de la izquierda, la comunista Jeannette Jara, exministra del actual presidente, Gabriel Boric, quien obtuvo el 41,8% de las preferencias.  Es más, sus cerca de siete millones de sufragios cosechados  lo convirtieron en el presidente más votado en toda la historia del país. Un dato que se explica en parte por la obligatoriedad del voto: era la primera vez desde el restablecimiento de la democracia que los chilenos tenían que acudir a las urnas si no querían arriesgarse a recibir una sanción. 

Jose Antonio Kast se dirige a sus votantes tras ganar en las elecciones de Chile

Jose Antonio Kast se dirige a sus votantes tras ganar en las elecciones de Chile

REUTERS/Juan Gonzalez

Kast promete ser el presidente “de todos”

Entre un mar de banderas chilenas, Kast entregó un extenso primer discurso, que duró casi una hora, ante un público multitudinario. Después de recibir las felicitaciones tanto de Jara como de Boric, el dirigente ultra se subió al escenario acompañado de la nueva primera dama, María Pía Adriasola, con la promesa de convertirse en el “presidente de todos”. “Me siento honrado de que hayan confiado en mí. Y le pido a Dios que yo no me aparte nunca de esta tarea. Devolverle a Chile la tranquilidad, el orden y el progreso”, dijo en su alocución.

Bajo la premisa de un “gobierno de emergencia” –y en su tercer intento de llegar a la presidencia–, Kast estará en el poder hasta el 2030 con una agenda basada en tres ejes: seguridad, orden en la inmigración y el impulso a la economía. Los dos primeros puntos fueron el núcleo de su estrategia electoral, en una sociedad altamente atemorizada: casi dos de cada tres chilenos aseguran que el crimen y la violencia son los temas que más le preocupan, según un sondeo de Ipsos en octubre de este año. En marzo del 2024, Chile fue el país más preocupado en todo el mundo por estas cuestiones, según la misma firma, pese a que la tasa de homicidios continúa siendo de las más bajas en la región. “Sin seguridad no hay paz, sin paz no hay democracia, sin democracia no hay libertad”, enfatizó Kast.

José Antonio Kast, pronuncia un discurso junto a su esposa, María Pía Adriasola

José Antonio Kast pronuncia un discurso junto a su esposa, María Pía Adriasola

EFE/ Elvis González

En este contexto de creciente alerta por la inseguridad pública y la instalación del crimen organizado transnacional, Kast ha logrado un amplio respaldo al prometer la expulsión de los inmigrantes en situación irregular –cerca de 336.000 personas, según el Instituto Nacional de Estadísticas–. No obstante, la propuesta ha sido cuestionada por la falta de detalles sobre cómo se ejecutarían dichas expulsiones y cómo se garantizaría el retorno de los migrantes a sus países de origen, especialmente considerando que la mayoría provienen de Venezuela, con el que Chile rompió relaciones diplomáticas.

La economía y los recortes fiscales también ocupan un lugar destacado en su programa. Una de sus medidas más controvertidas es el recorte de 6.000 millones de dólares del gasto público. Una propuesta criticada por Jara y Boric, quienes aseguraron que el plan implicaría la reducción de beneficios sociales. De hecho, en septiembre pasado, el actual presidente se involucró directamente en la campaña cuando criticó la iniciativa, durante una intervención en la cadena nacional emitida en horario de máxima audiencia para la presentación de los presupuestos del 2026. Aún así, Kast ha procurado asegurar –sobre todo en el último mes de campaña– que no van a “quitar ningún derecho adquirido”.

Un mandatario pinochetista

Kast se sitúa en las antípodas ideológicas de Boric. El presidente electo se identifica abiertamente con el pinochetismo. Vinculado en los inicios de su carrera política a la Unión Demócrata Independiente (UDI) –partido de la derecha tradicional chilena–, respaldó con su voto por el en el plebiscito de 1988 la permanencia de Augusto Pinochet (1973-1990) en el poder, y aseguró en el 2017 que, de estar vivo el dictador, este votaría por él.

Aunque en esta última campaña Kast ha intentado tomar distancia de la agenda de valores más vinculada al pinochetismo, el tema continúa gravitando en el debate político. Su trayectoria pone bajo escrutinio cuál será su postura frente a los condenados por delitos de lesa humanidad, en particular en relación con los indultos. El debate se intensificó tras el reciente cambio de estatus a “penal común” de Punta Peuco –una cárcel creada en 1995 para condenados por crímenes en dictadura– y abre interrogantes sobre el enfoque que adoptará su gobierno en políticas de memoria, justicia y derechos humanos.

Los votantes de Kast celebraron el triunfo electoral inundando las calles con la bandera de Chile

Los votantes de Kast celebraron el triunfo electoral inundando las calles con la bandera de Chile

Cristobal Olivares/Bloomberg

Después de imponerse con amplia ventaja en las 16 regiones en las que se divide el territorio chileno, el ahora mandatario electo sucederá a Boric en la presidencia de la república el 11 de marzo del 2026. Lo hará con el respaldo de sectores del centro político que en la elección del 2021 apoyaron al actual presidente, así como la captación de parte del electorado del populista liberal Franco Parisi, quien obtuvo la tercera mayoría en la primera vuelta y llamó a votar nulo o blanco en la segunda. Este lunes, Kast sostendrá una reunión con Boric en el Palacio de La Moneda, sede del poder Ejecutivo, con miras a coordinar el traspaso del poder.

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