El humo sobre Gaza

El gobierno de Benjamin Netanyahu acaba de sumar una burla trágica a la interminable matanza de civiles en Gaza con la excusa de los atentados perpetrados por Hamás; una matanza que, por lo demás, no responde a ninguna legítima defensa, sino a una voluntad cada vez más abierta y deliberada de consumar la anexión de un territorio así sea a costa de la limpieza étnica y el genocidio. Si la comunidad quiere socorrer a una población privada de techo, agua, alimentos, medicinas e infraestructuras por la acción de un ejército que sólo parece vestir uniforme militar para ocultar la realidad de que actúa como una horda bárbara y sin ley, que los lance en paracaídas. ¡En paracaídas! Algunos países árabes no han dudado en hacerlo, lo mismo que algunos otros, y sin embargo a nadie se le oculta que lo que el gobierno israelí pretende a través de esta grotesca exigencia es someterlos al chantaje de elegir entre la dignidad del mundo y el exterminio de los gazatíes. Y puesto que la dignidad importa, claro que importa, no se debería tolerar que nadie, ni siquiera el gobierno de Israel con su inmenso poderío militar y su farisaica invocación de tragedias pasadas, haga por más tiempo cómplice al mundo de otras tragedias que no sólo tienen lugar ante los ojos atónitos de muchos ciudadanos, incluidos algunos israelíes, sino que es él, el gobierno de Israel, quien las está provocando a partir de un cálculo deliberado y siniestro.

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Un grupo de palestinos intentan extinguir el humo en un edificio bombardeado 

BASHAR TALEB / AFP

Es urgente: el cielo de Gaza tendría que ser surcado de inmediato por cuantos aviones fueran necesarios para proporcionar ayuda suficiente a una población que no merece una muerte como la que desde hace dos años interminables vierte sobre ella el gobierno de Israel, a través de bombas y privaciones atroces. En primer lugar, porque ningún ser humano merece esa muerte, ninguno. En segundo lugar, porque nadie debería resignarse al exterminio de los gazatíes sin intentar siquiera poner a salvo palabras como derecho, civilización, compasión o humanidad, de las que, acusando de antisemitismo a cualquiera que denuncie unos crímenes cada vez más atroces y manifiestos, el gobierno de Israel se presenta como el exclusivo custodio moral. Pero, en tercer lugar, porque asumir como propia de la comunidad internacional una obligación que corresponde en exclusiva al gobierno de Israel, la obligación de proteger a la población civil de un territorio que ocupa ilegalmente desde 1967, es tanto como rechazar con repugnancia que el mundo hobbesiano de los terroristas sea nuestro mundo. A juzgar por las acciones de Israel, de su gobierno sí lo es. Sí lo es porque, a diferencia de los gobiernos de todos los demás Estados que han padecido el terrorismo, incluido el de Estados Unidos tras el 11 de septiembre, esta es la hora en la que ni Netanyahu ni ninguno de sus ministros ha mostrado el más leve escrúpulo por decidir en consejo que provocar la desnutrición de dos millones y medio de personas puede ser una estrategia legítima para un ejército, después de masacrar impunemente a sesenta mil.

Acudir de inmediato en socorro de los gazatíes, no eximirá a Israel de dar explicaciones

Acudir de inmediato en socorro de los gazatíes, acudir a través de cualquier vía practicable, incluida la de la burla trágica exigida por el gobierno de Netanyahu, no eximirá a Israel de dar explicaciones y asumir unas responsabilidades para las que ya ninguna excusa es válida, si es que lo fue alguna vez. Pero son demasiadas vidas las que están en juego. ¿Por qué Israel impone puentes aéreos y no abre los pasos terrestres a una ayuda retenida en las fronteras de Gaza desde hace semanas y hasta meses, a la espera de una luz verde que no llega? ¿Es porque teme que a través de quienes la transporten y la repartan el mundo conozca la escalofriante dimensión de la destrucción de Gaza y del sufrimiento infligido a la población civil, condenada a huir de los disparos y las bombas israelíes como si fueran corderos indefensos atrapados en un cercado? ¿O es porque la llegada masiva de ayuda, sólo posible si se realiza a través de las fronteras terrestres, sería un molesto contratiempo para consumar los planes de anexión y limpieza étnica de Gaza, puesto que aliviaría para una población aterrorizada el dilema entre huida y exterminio? De estas y otras tantas preguntas tendrá que dar cuentas el gobierno de Israel, si es que no las está dando con sus monstruosas restricciones al envío de la ayuda.

El mundo reprochó a los habitantes de Weimar que jamás se preguntaran qué significaba el humo sobre la colina de Ettersberg. A estas alturas nadie, absolutamente nadie, necesita preguntar qué significa ese humo incesante sobre Gaza.

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