
El virulento intercambio de reproches que protagonizaron ayer Donald Trump y Elon Musk, dos de los hombres más poderosos del mundo, no tiene precedentes ni vencedores, pero tampoco una fácil solución dado el orgullo que los caracteriza. Los asesores del presidente trataron anoche de calmar las aguas y programaron una llamada con el empresario para “hacer las paces”, pero hoy parece ya descartada.
En una entrevista con la CNN, Trump se ha encargado de confirmarlo: “Ni siquiera estoy pensando en Elon. Tiene un problema. El pobre tiene un problema. No voy a hablar con él durante un tiempo, supongo, pero le deseo lo mejor”. En otra entrevista con ABC News, preguntado por si pretendía llamarlo, ha respondido: ”¿Te refieres al tipo que ha perdido la cabeza? No estoy particularmente interesado”. El presidente también ha dicho que planea vender el Tesla rojo que compró en marzo, cuando ofreció a Musk el escaparate de la Casa Blanca para publicitar sus productos.
Después de publicar una veintena de tuits criticando al mandatario en su red social, X, Musk parecía a última hora del jueves dispuesto a recular, y esta mañana estaba abierto a llamar a Trump. Cuando el multimillonario Bill Ackman, aliado de ambos magnates, los interpeló a través de X a “hacer las paces en el beneficio de nuestro gran país”, pues “somos mucho más fuertes juntos que divididos”, Musk respondió que “es cierto”.
Pero la reconciliación parece improbable después de las líneas traspasadas por los dos antiguos aliados, que trataron de vender un divorcio feliz y amistoso, y una semana después se han tirado los platos a la cabeza. Musk acusó a Trump de aparecer en los archivos del abusador de menores Jeffrey Epstein, apoyó la idea de someterlo a un juicio político y reemplazarlo por el vicepresidente J.D. Vance, dijo que su política arancelaria traerá una recesión este año, sugirió la creación de un tercer partido para competir contra él y dijo que seguirá siendo poderoso durante otros 40 años, mientras a Trump solo le quedan tres años y medio de mandato, que terminará con 82.
En paralelo, en la red social propiedad de su sparring, Truth Social, Trump dijo que Musk se había “vuelto loco” porque en su proyecto de ley en el Congreso busca eliminar los incentivos a los vehículos eléctricos de los que goza Tesla, lo amenazó con terminar todas las subvenciones y contratos federales de sus empresas, como SpaceX, alegando que es “la forma más fácil de ahorrar” en el gasto público, y se reafirmó en la defensa de su “gran y hermosa” iniciativa legislativa, la que despertó las primeras críticas de Musk.
En el Capitolio, el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, promotor de la rebaja fiscal que se aprobó por un voto y ahora enfrenta un camino difícil en el Senado, llamó a una tregua. “Creo en la redención y creo que todo se arreglará”, dijo el speaker, que confirmó que había hablado con Musk: “Hemos estado intercambiando mensajes de texto, pero no voy a entrar en detalles sobre lo que estamos discutiendo. Es un amigo. Solo intento que todo el mundo llegue a un acuerdo”.
Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes
“Hemos estado intercambiando mensajes con Elon Musk. Solo intento que todo el mundo llegue a un acuerdo”
En el feudo MAGA, sin embargo, uno de los ideólogos de su movimiento populista, el ultraconservador Steve Bannon, metía más leña al fuego y exigía directamente la deportación de Musk. “Deberían iniciar una investigación formal sobre su estatus migratorio, porque creo firmemente que es un inmigrante ilegal y debería ser deportado del país inmediatamente”, dijo ayer en una entrevista, en la que confirmó que había aconsejado a Trump dar ese paso.
Mientras tanto, demócratas, progresistas, liberales y centristas disfrutaban del último episodio de la poderosa comedia norteamericana. “Parece que las chicas se están peleando, ¿no?”, dijo la congresista Alexandria Ocasio-Cortez a las puertas del Capitolio, en tono jocoso y con una sonrisa de oreja a oreja.
En Rusia, la clase política se ha tomado con humor la disputa, la mayor crisis del Gobierno de Trump hasta la fecha. El vicepresidente primero de la Duma Estatal de Rusia para Asuntos Internacionales, Dmitry Novikov, se ha mostrado, a modo de burla, dispuesto a ofrecer asilo político a Musk “si lo necesitara”. El ex primer ministro y presidente, Dmitry Medvedev, ha dicho que el Kremlin está dispuesto a ayudar para “alcanzar un acuerdo de paz”. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, más serio, ha dicho que la disputa es un asunto interno y confía en que Trump “se encargará de la situación”.
Aunque en estos momentos la tregua es un escenario improbable, si a algo nos ha acostumbrado la política estadounidense, y especialmente esta Administración, es a los giros de guion. Trump es un presidente capaz de declarar una guerra comercial al mundo y retirarla al cabo de tres días, de elegir como su vicepresidente a un hombre que lo comparó con Adolf Hitler, de abandonar el acuerdo nuclear con Irán por su desconfianza con el régimen y, un mandato después, negociar otro pacto similar, o de pasar de los elogios a las críticas a líderes como Vladimir Putin y Volodímir Zelenski en cuestión de horas.
Los dos se juegan mucho más que el orgullo en esta batalla a fuego abierto. Musk, que ha tenido un acceso privilegiado al presidente en sus cuatro meses y medio tocando poder, amenaza con desvelar los secretos más preciados de Trump, comenzando por su presunta aparición en los archivos de Epstein. Pero podría perder por el camino contratos valorados en cientos de miles de millones de dólares para sus empresas. Trump ha perdido el apoyo público de un hombre que, como se encargó de recordarle ayer, fue determinante en su victoria electoral. La ruptura podría pasarle factura en las próximas elecciones legislativas de mitad de mandato, en noviembre del 2026.