Quién gana y quién pierde en la pelea

El lema “Move fast and break things” (muévete rápido y rompe cosas) sirve también para las separaciones entre parejas. La frase, atribuida a Mark Zuckerberg, resume la manera de hacer las cosas de Silicon Valley, que pone el énfasis en la ruptura. Desde el jueves puede aplicarse al tormentoso divorcio entre Trump y Musk, en el que se han cruzado acusaciones que han elevado la temperatura política de Washington a unos grados desconocidos.

Hace una semana, en una reunión en el despacho oval, el presidente entregaba a Musk una llave dorada con la insignia de la Casa Blanca y le cubría de agasajos. Horas después Musk abría las hostilidades con críticas al presupuesto (bautizado por Trump como One big beatiful bill , un gran y hermoso proyecto de ley) y amenazaba a los congresistas republicanos que lo habían votado. El jueves, en un encuentro con el alemán Friedrich Merz, Trump dijo estar muy decepcionado con Musk. Su ira, dijo, se debía a la desaparición del presupuesto de los contratos para la compra de sus coches eléctricos, “que nadie quiere”. Amenazó también con poner fin a los subsidios a sus empresas. A partir de ahí las cosas subieron de tono. Musk dijo que Trump era un desagradecido. “Sin mí, no hubiera ganado las elecciones”. Dijo que quizás fundaría un partido político, algo que jalearon sus seguidores en X, y acusó al presidente de estar vinculado con el pedófilo Jeffrey Epstein.

Trump es el ganador a los puntos de un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles

¿Quién ha salido victorioso de este enfrentamiento? En apariencia, Musk es el perdedor. Su implicación en campaña le ha comportado costes familiares, de salud (su consumo de ketamina ha aumentado) y económicos. Su actuación al frente de los recortes en las agencias federales ha hecho a Tesla la diana de las protestas. Sus accionistas le han reclamado que deje de hacer política. El jueves las acciones se hundieron un 14% ante el peligro de desaparición de unos contratos con el Estado que son vitales. Trump puede ahogar a sus empresas con regulaciones. La insinuación de crear un partido político le aleja también de la base MAGA (“Make America great again”) que tanto le venera.

Sin embargo, el empresario retiene la pureza ideológica a la que ha renunciado Trump: el presupuesto disparará la deuda. Hay bajada de impuestos, pero los recortes no son suficientes. En eso Musk coincide con republicanos radicales como Rand Paul y con Wall Street. En último término, la ruptura compromete los millones de dólares garantizados por Musk a candidatos próximos al presidente en las elecciones del 2026.

TOPSHOT - (FILES) US President Donald Trump and Elon Musk (R) speak in the Oval Office before departing the White House in Washington, DC, on the way to Trump's residence at Mar-a-Lago in Palm Beach, Florida on March 14, 2025. Trump and Musk's unlikely political marriage exploded in a fiery public divorce on June 5, 2025. The President Trump said in a televised Oval Office diatribe that he was

Donald Trump y Elon Musk en una imagen captada en marzo en el despacho oval

ROBERTO SCHMIDT / AFP

La virulencia del enfrentamiento revela las diferencias entre las dos familias que han llevado a Trump al poder. Los nacionalistas y los tecnolibertarios de Silicon Valley. Los nacionalistas han obtenido como premio la política de deportaciones, las depuraciones en la administración en políticas de diversidad y los ataques contra Harvard (“la universidad es el enemigo”, dijo J.D. Vance). Aunque para Bannon, el más irredento de los nacionalistas, nunca es suficiente. La noche del jueves hizo un llamamiento a investigar a Musk como si se tratara de un inmigrante ilegal.

Para los tecnolibertarios queda, en apariencia, la dirección económica futura del país. Son ellos los que han acompañado a Trump a Oriente Medio para cerrar contratos con las monarquías del Golfo. Son las grandes empresas las que desarrollarán la inteligencia artificial sin interferencias del Estado. Son los mismos que alientan la ofensiva contra la ley de Servicios Digitales (DSA) europea para aumentar su influencia al otro lado del Atlántico y los que han aplaudido los recortes de Musk a través del DOGE, tan efectistas como poco efectivos.

La victoria de Trump sería, pues, por los puntos. Musk y el presidente debían mantener ayer una conversación telefónica auspiciada por la Casa Blanca, aterrorizada por una situación que no saben cómo gobernar (como ha quedado claro, es difícil reconciliar en una guerra que se hace a través de redes sociales, en este caso, cada uno con la suya). Finalmente esa conversación no tuvo lugar, aunque Musk ha mostrado señales de querer rebajar la tensión. Pero Trump no quiere oír hablar de él. Hasta ahora ha mostrado una inteligencia especial para mantener el equilibrio entre unos y otros. Está por saber si recuperará el timón con la misma soltura.

Un último dato. Musk ha respondido afirmativamente a un tuit en el que un seguidor proponía lanzar un impeachment contra Trump y colocar en su sitio a Vance, el vicepresidente. Vance es católico converso, antieuropeo y nacionalista, pero también amigo de Silicon Valley, que le ha financiado su carrera política (en particular Peter Thiel). Uno no sabe si con su mención a Vance, Musk le ha propulsado hacia el futuro o ha arruinado su carrera.

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