El lema “Move fast and break things” (muévete rápido y rompe cosas) sirve también para las separaciones. La frase, atribuida a Mark Zuckerberg, resume la manera de hacer las cosas de Silicon Valley, que pone el énfasis en la ruptura. Hoy puede aplicarse al tormentoso divorcio entre Donald Trump y Elon Musk, en el que se han cruzado acusaciones que han elevado la temperatura política de Washington a unos grados desconocidos.

Donald Trump y Elon Musk en una fotografía captado en marzo en Mar-a-Lago. (Photo by ROBERTO SCHMIDT / AFP)
Hace una semana, en una reunión en la Sala Oval, el presidente le entregaba a Musk una llave dorada con la insignia de la Casa Blanca y le cubría de agasajos. Horas después Musk abría las hostilidades con críticas al presupuesto (bautizado por Trump como One Big Beatiful Bill, una gran y hermosa declaración) y amenazaba a los congresistas republicanos que lo habían votado. El jueves, en un encuentro con el alemán Friedrich Merz, Trump dijo estar muy decepcionado con Musk. Su ira, dijo, se debía a la eliminación del presupuesto de los contratos para la compra de sus coches eléctricos, “que nadie quiere”. Amenazó también con poner fin a los subsidios a sus empresas. A partir de ahí las cosas subieron de tono. Musk dijo que Trump era un desagradecido. “Sin mi, hubiera perdido las elecciones”. Dijo que igual creaba un partido político, algo que jalearon sus seguidores en X, y acusó al presidente de estar vinculado con el pedófilo Jeffrey Epstein.
¿Quién ha salido victorioso de este enfrentamiento? En apariencia, Musk es el perdedor. Su implicación en campaña le ha comportado costes familiares, de salud (su consumo de ketamina ha aumentado) y económicos. Su actuación al frente de los recortes en las agencias federales han hecho a Tesla la diana de las protestas. Sus accionistas le han reclamado que deje de hacer política. Ayer las acciones se hundieron un 14% ante el peligro de desaparición de unos contratos con el Estado que son vitales. Trump puede ahogar a sus empresas con regulaciones. La insinuación de crear un partido político le aleja también de la base MAGA (Make America Great Again) que tanto le venera.
Sin embargo, el empresario retiene la pureza ideológica a la que ha renunciado Trump: el presupuesto disparará la deuda. Hay baja de impuestos como había prometido, pero los recortes no son suficientes. En eso Musk coincide con republicanos radicales como Rand Paul y con Wall Street. En último término, la ruptura compromete los millones de dólares comprometidos por Musk con candidatos próximos al presidente en las próximas elecciones del 2026.
La virulencia del enfrentamiento revela las diferencias entre las dos familias que han llevado a Trump al poder. Los nacionalistas y los tecnolibertarios de Silicon Valley. Los nacionalistas han obtenido como premio la política de deportaciones, las depuraciones en la administración en políticas de diversidad y los ataques contra Harvard (“la universidad es el enemigo” dijo J.D. Vance). Aunque para Bannon, el más irredento de los nacionalistas, nunca es suficiente. La noche del jueves hizo un llamamiento a investigar a Musk como si se tratara de un inmigrante ilegal.
Para los tecnolibertarios queda, en apariencia, la dirección económica futura del país. Son ellos los que han acompañado a Trump a Oriente Medio para cerrar contratos con las monarquías del Golfo. Son las grandes empresas las que desarrollarán la inteligencia artificial sin interferencias del Estado. Son los mismos que alientan la ofensiva contra la Ley de Servicios Digitales (DSA) europea para aumentar su influencia al otro lado del Atlántico y los que han aplaudido los recortes de Musk a través del DOGE, tan efectistas como poco efectivos.
La Casa Blanca apostaba por un contacto telefónico entre los dos el viernes, pero finalmente no se producirá
La victoria de Trump sería, pues, por los puntos. Musk y el presidente debían mantener hoy una conversación telefónica auspiciada por la Casa Blanca, aterrorizada por una situación que no saben cómo gobernar (como ha quedado claro, es difícil reconciliar una guerra a través de las redes sociales, en este caso, cada uno la suya). Finalmente esa conversación no va a tener lugar, aunque Musk ha mostrado señales de querer rebajar la tensión. Hasta ahora Trump ha mostrado una inteligencia especial para mantener el equilibrio entre unos y otros. Está por saber si recuperará el timón con la misma soltura.
Un último dato. Musk ha respondido afirmativamente a un tuit en la que un seguidor le proponía lanzar un “impeachement” contra Trump y colocar en su sitio a Vance, el vicepresidente. Vance es católico converso, antieuropeo y nacionalista, pero también amigo de los jerarcas de Silicon Valley, que le han financiado su carrera política (en particular Peter Thiel). Uno no sabe si con su mención a Vance, Musk le ha aupado hacia el futuro o ha arruinado su carrera.