Wilders lo apuesta todo al caos

Hacía más de una década que Geert Wilders, que ha construido su carrera política en los Países Bajos sobre una cruzada contra la que él llama la “invasión islámica” de Occidente, no participaba en una coalición de Gobierno. Exactamente, desde que tumbó al primer ejecutivo de Mark Rutte en el 2012 y le forzó a convocar elecciones en plena salida de la crisis financiera. El ahora secretario general de la OTAN, un hábil estratega, tuvo claro que jamás volvería a confiar en él.

Rutte tenía razón. Una vez abandonó la arena neerlandesa para trasladarse a Bruselas, su heredera al frente de los liberales, Dilan Yesilgöz, decidió darle una oportunidad al hombre de la cabellera plateada y en julio del año pasado nació la coalición cuatripartita encabezada por el Partido de la Libertad (PVV), la más conservadora de la historia del país.

Su fama de oportunista que se descuelga cuando le interesa no ayuda a que los otros partidos se fíen de él

No ha sobrevivido ni un año: esta semana, Wilders lanzó por la borda el Ejecutivo y el primer ministro, Dick Schoof, no tuvo más remedio que dimitir. El Parlamento de los Países Bajos ha convocado elecciones para el próximo 29 de octubre, sumiendo al país en la incertidumbre.

Pero, ¿qué hay detrás de la jugada de Wilders? Él tiene clara su respuesta. Aspira a convertirse en el próximo primer ministro de Países Bajos, algo que no pudo conseguir pese a ganar las elecciones del 2023 y obtener 37 escaños del Parlamento holandés (con 150 miembros).

Después de meses de fatídicas negociaciones, las otras tres fuerzas –los liberales, una formación de la órbita democristiana y el partido de los granjeros– solo aceptaron trabajar con el PVV si Wilders se quedaba fuera del cargo. ¿Cómo iba a ser primer ministro un hombre que no duda en calificar a los marroquíes de “escoria” ni en proponer concursos de caricaturas del profeta Mahoma? Eligieron a Schoof, un funcionario de carrera sin afiliación política, antiguo jefe de los servicios secretos.

Ahora Wilders cree que tiene otra oportunidad. “Quiero convertirme en primer ministro de los Países Bajos, participar en las próximas elecciones y asegurarme que el PVV se vuelva más grande que nunca”, declaró esta semana tras hacer saltar la coalición conservadora.

Sin embargo, tiene pocas papeletas de lograrlo, por varias razones. La principal es que el sistema político neerlandés está muy fragmentado, y aboca a los partidos a formar coaliciones para gobernar. Con este último desdén, Wilders ha enfurecido a sus hasta ahora compañeros de camino y es poco probable que vuelvan a querer trabajar con él.

No sólo eso, explica Guus Valk, periodista político del diario neerlandés NRC , sino que se dedicó desde el principio a hacerle la vida imposible a Schoof, hasta el punto de convertirse en “la voz de la oposición dentro del Gobierno”. En el debate de investidura, por ejemplo, ya le atacó por “blandengue” por no ponerse de su lado en el debate sobre el uso del velo. “Él se lo cree cuando dice que quiere ser primer ministro, pero no le queda nadie con quien hacerlo”, explica Valk.

Tampoco atraviesa su momento más dulce en la opinión pública. A la espera de que se publiquen los primeros sondeos tras la caída del Ejecutivo, Wilders seguía encabezando las encuestas, pero el margen que le separaba de la coalición de los socialdemócratas y verdes de Frans Timmermans era siempre más estrecho, a apenas un punto porcentual.

En el 2023, Wilders logró que la campaña electoral girase en torno a la migración, su tema estrella y la razón por la que ha justificado su último arriesgado paso. Ahora, pese a que ganaría, se dejaría unos siete escaños por el camino. Es posible que tenga dificultades en volver a concentrar la atención en la migración en un momento en que Europa está preocupada por sobrevivir a los órdagos arancelarios y de seguridad de Donald Trump. Su creciente reputación de dejar en la estacada a sus colegas cuando las cosas se ponen feas no le va a ayudar

“Es un irresponsable, porque hay guerras en Europa y alrededor de Europa, y se va de la mesa en este momento. ¡Me parece escandaloso!”, criticó el ministro de Exteriores, el democristiano Caspar Veldkamp. “En más de veinte años siempre ha sido igual –analiza Valk–, y como tiene muchas amenazas de muerte está aislado del mundo exterior. Se enfoca en la libertad de expresar lo que piensa sobre el islam, y no está tan interesado en su partido ni en hacerlo más grande sino en él mismo”.

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